sábado, 18 de junio de 2022

Etiquetas y paradigmas

¡Temo semánticamente por este título! Hay ciertos términos que ahora me toca usar con más ‘responsabilidad’. Me fui a buscar una definición de paradigma y me encontré con todo un estudio que aborda el término desde “sus dimensiones ontológica, epistemológica, sociológica, axiológica, teleológica y metodológica”[1]. Ahora casi, casi, entiendo esas cosas.

Y en ese mismo sentido, temo que a nuestros diccionarios le faltan palabras. Estamos en un momento crucial de evolución del lenguaje que no se trata solo de aquel polémico asunto de la inclusión y la diversidad de género. Al diccionario le faltan palabras que definan las relaciones humanas; pero ahora que lo escribo siento que tal vez realmente no hagan falta porque entonces seguiremos encasillándonos. Tal vez sirvan para entendernos, como nos pasa con las plantas, con la naturaleza: son un continuo y los taxónomos nos empeñamos en ponerlos en cajas discretas, y entonces enloquecemos con ¡los hongos! porque no nos caben en una caja o en la otra… o los aguacateros con sus flores trímeras y su porte dicotiledóneo.

Recientemente quería explicar qué era Juan... y automáticamente al decir "más que amigos" la gente interpretaba: "amigos con sexo", y no, pues... no es en absoluto eso, no pudo haber sido eso, y está muy lejos de ser eso. Pero ahora, se me presenta una circunstancia que me podría llevar a querer definir cosas ‘parecidas a eso’. ¡Soy taxónoma! ¡es inevitable querer clasificar e identificar!, pero justamente entonces, veo preferible no definir, no encasillar, no etiquetar; sin embargo, casi siempre caemos en el concepto platoniano de paradigma y “las cosas son lo que son o si no, no son”. ¡Y de nuevo, no, pues! – vengo hoy a plantearme cambios de paradigmas respecto a la percepción sobre algunas relaciones humanas. No todo tiene que ser algo. No todo tiene que tener etiqueta, ni definición, ni fecha de caducidad.

Una de las cosas que me enseñó esa indefinible relación amistoso-amorosa (mi amor perfecto, infinito, e imposible), es que nunca algo o alguien “es perfecto”, es decir: nunca van a caber todas las comidas, el café, el postre y la cerveza en el mismo tuperware, ¡imagínate si además quieres tomarte una sopita!. Entonces puedo redefinir mi concepto de perfección, así como he tenido que redefinir las conexiones neuronales que tienen que ver con baja autoestima y esas cosas en las que estoy sabrosamente trabajando. Definitivamente, hay personas, relaciones, que pueden ser absolutamente perfectas para el instante en el que estamos, no para un montón de tiempo, quizás ni siquiera para unos meses o unos días, y mucho menos “para toda la vida”.

Nacimos, al menos los de este par de siglos, con estructuras sociales muy rígidas. La gente se acerca, se relaciona, para iniciar una vida o para terminarla: "hasta que la muerte los separe", lo cual además debe ir anclado a la fidelidad; al menos de este lado del planeta. Esto genera mucha ansiedad y además es sumamente difícil de lograr. ¡Cuánta frustración y culpa si no lo logras! Sobre todo por los roles históricos de cada miembro de la pareja, o por los permisos desiguales que tiene el uno o la otra de ‘salirse del carril’. Hay que casarse, hay que emparejarse, y si estás mucho rato con alguien es porque “ahí hay algo raro”, ¡Y los prejuicios!: ¡mosca que el tipo es casado!, ¿qué futuro tienes tú ahí?, y así… mucho peor, tal vez, si no te casas ni te emparejas.

Me he casado un par de veces. Ambas por presión social; enamoradísima siempre. Y me he descasado cada vez que dejé de ser feliz, cada vez que me desenamoré. El ‘tiempo de vida media’ de mis relaciones ha sido muy bajo –para el promedio ‘permitido’. Es que me enamoro muy rápido ¡y rápido me desenamoro también!. Lo único que me ha durado mucho, muchísimo, es mi afición por el beisbol y los Tiburones de La Guaira[2]… supongo que por lo diferente que es cada vez, por las libertades que implica y por lo que siempre me puede enseñar.

Novedad. Libertad. Aprendizaje. ¡Eureka! ¡Es eso!

Pues mientras tenga eso, ahí estaré. Aquí y ahora, por un ratico cada vez.

Esa frase: “aquí y ahora” la leí por primera vez en alguno, o más de uno, de mis libros amados de Richard Bach. Y solo por eso tiene salvoconducto en mi vida. La han usado abiertamente moros y cristianos, apropiándose de un principio activo difícil de prescribir cuando no se sabe a ciencia cierta cuál es la actividad biológica que necesitas.

Estoy casi logrando ponerla en práctica.

Tengo un poco de aversión por las “frases hechas” (todas las frases han sido “hechas” por alguien, claro, el problema está en el abuso de la gente cuando las toma como bandera y como panacea). Yo uso algunas, por supuesto; pero casi nunca me sirven las que me prestan otros, aunque vengan con la mejor intención. Lo mismo me pasa con los partidos políticos, las religiones: nada me convence completamente como para “casarme hasta que la muerte nos separe”. Por eso no puedo comulgar con ciertos moralismos, y en ese sentido estoy queriendo descartar la mayor cantidad de tabúes y prejuicios que nos han inculcado por todos los flancos desde el día cero. Por supuesto que hay cosas que cuesta digerir, aceptar y cambiar: poliamor, poligamia, mente abierta… No soy tan civilizada, solo intento abrir los ojos. La evolución no puede ser abrupta ni obligada.

¿Qué vinimos a hacer a la tierra? Creo que vinimos a sentir, a expresar lo que sentimos y a equivocarnos muchas veces. No quiero ser un androide que sepa descartar a conveniencia un despecho, una lágrima, una ofensa o un cariño. Eso sería tan insípido como comer una cápsula de “pasticho” o de “pabellón” al mediodía (sería muy práctico, sí, pero pierde todo contenido).

Y entonces me surgen muchas preguntas que hoy ya no voy a responder: ¿Dónde hay más tabúes, en el sexo o en el amor? Atracción energética, atracción sexual, enamoramiento y amor ¿Cómo se circula de uno a otro? ¿Cuál es la diferencia entre enamoramiento y amor? Enamoramiento y amor, sexo y desapego. ¿Desapego puede no-significar frialdad y promiscuidad? Esa delgada linea entre me caes bien, me gustas, te quiero y te amo. ¿Por qué hay tanto miedo de llegar a los últimos? ¡Por las etiquetas y por las rígidas definiciones que tradicionalmente han tenido! –sin duda. 


Y sin duda lo que sé, y “es perfecto”, es que puede haber sexo romántico sin ataduras pero sin llegar al frío desapego. ¿Sin etiquetas? Mejor, ¡por favor! – yo solo vine a sentir.

Aquel café estuvo perfecto.




[1] González, F. (2005). ¿Qué es un paradigma? Análisis teórico, conceptual y psicolingüístico del término. Investigación y Postgrado 20(1): 13–54.

[2] Y mi profesión y la música, afortunadamente, pero como dice Michael Ende (1979, 1982) “esa es otra historia y deberá ser contada en otra ocasión”.

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