sábado, 23 de julio de 2022

El aroma, su aroma, y el de las rosas

Casi todos ustedes me han visto toda una semana poniendo fotos de unas rosas. Cuatro rosas blancas. Sonrisas. ¡Fue toda una sorpresa! Me encantan tus sorpresas. Alguien me dijo que nunca había visto a nadie “tripearse tanto unas flores” y hoy, una semana después, aún me las disfruto pues puse los pétalos en ese pañuelo y entonces, a través de su aroma, siguen acompañándome un ratico más. 

“Tú me das café y yo te doy rosas” –negocio redondo. 
Decidí entonces separar los casi caídos pétalos de mis rosas tomándome mi café favorito en mi actual lugar favorito: recordándote activamente.


Las sonrisas asociadas a la sorpresa con la cual aparecieron esas cuatro rosas blancas en un beaker sobre mi escritorio fueron renovadas por otro evento que justamente tiene que ver con un aroma. No el de las rosas. Todo el mundo conoce el aroma de las rosas. Todo el mundo conoce el olor a café. Pero es muy difícil escribir sobre otros olores, salvo aquellos que han usado abiertamente en perfumería y en productos de limpieza. Pero en estos días me trajeron un par de plantas a las que les decían “lavanda” ¡pero no huelen a lavanda! Entonces ¿por qué las llaman así? Ajá… por las flores moraditas nada más. No se vale.

E identificamos juntos las lavanditas… ¡Gracias por eliminarme un prejuicio!

Había ocurrido entonces el evento sorpresivo del que aún no les escribo, con lo cual, inmediatamente comienza a emerger el nuevo capítulo de nuestro cuento, tu cuento. Y ante la indudable dificultad, pregunté a mis amigos lectores si podrían describir un olor, y que me contaran qué sensaciones les causaban los olores agradables –o algunos desagradables, y a dónde se trasladaban al percibirlos.  

Me di cuenta que pocos intentaron siquiera ‘describir’ el olor. Lo más parecido fueron cosas como “suave” o “dulce”, ¿¡“elegante”!? ¿cómo es un olor elegante? Resulta que así como no tenemos palabras para definir un conjunto hermoso de manifestaciones de afecto sin que llegue a ser una etiqueta peligrosa, así mismo veo que no contamos con suficientes adjetivos para compartir con otra persona a distancia, por ejemplo, la diferencia entre dos plantas de “toronjil”: uno es más mentolado que otro ¿cuánto, cómo? ¿como el mentol chino o como la pasta dental?, o aquel trillado asunto de la diferencia entre “cilantro” y “perejil” – uno huele a sopa y el otro a ensalada ¿pero cómo describes eso? ¿cómo explicarle a mis estudiantes la diferencia entre aquel famoso y desconocido “acetaminofén” con respecto al más familiar “orégano orejón”? ¡Es todo un tema!

Lo cierto es que, definitivamente, los aromas nos trasladan, y generan placer y nostalgia: añoranza; sin duda nos hacen revivir momentos. Entonces, con el aporte de ustedes, voy a hacer un ejercicio literario a ver si les huele:

Es una casa, como la de los enanitos de Blancanieves en la mitad de un bosquecito. Afuera, de un lado están sembrados unos árboles de mango y otros de guayaba. La cerca es de azahares y jazmines, y en ciertas noches no sabes qué es más brillante, si lo blanco de las flores o lo dulce del olor. Hacia el lado de atrás, por donde está la cocina, han sembrado albahaca, romero y menta… y al descuido ha crecido un espinoso culantro. Creo que es diciembre, porque ya están sancochando hallacas… pero es temprano y la abuela está haciendo café y friendo tajadas para las arepitas mientras nos grita: ¡búscame unos manguitos verdes pa’la jalea! ¡ve a poner las rosas en la mesa que ya vamos a comer! ¡y tú, tráeme guayabas pa’hacerte un juguito, que estás jipata! Es una casa de vacaciones, por lo que la tía está preparando un cuartico para los chamos: recién compró una enciclopedia ¡de doce tomos! ¡nuevecita! y hay una caja full de creyones y plastilinas: ¡eso es el paraíso! Toda la ropa está lavadita y perfumada pues “oler rico y limpio es amor”… lo cual no va a durar mucho pues afuera hay caballos y bosta de vaca, que como parece grama, ellos van y la pisan… sin hacerle mucho caso a cómo va a oler la perrita después. Empieza a llover, pero el petricor no logra competir con el aroma de este chico que viene asomándose por mi ventana…

 

¡Por mi ventana! ¡Ya ese es mi cuento! Es que eso ocurrió como en uno o dos segundos y me tardaré un poquito más de eso describiéndolo. Estaba yo sentada en mi escritorio viendo cualquier cosa (de Marvel, obviamente, pues no estoy trabajando ¡estoy ‘de reposo’!); detrás de mí está una ventanita que da para el pasillo; ahí hay una cartelera y desde ahí, hace como tres meses, escuché que me tarareaban un ‘Ave María’: el mismo personaje capricorniano. De pronto, se me cierran los ojos, se me ladea la cabeza y me descubro percibiendo un aroma que me encanta ¡EPA! ¡YA VA! ¿Por qué huele así? –me levanto como loca a abrir la puerta, casi corriendo ‘como para que no se me escape’, y ahí estaba: imponente, sereno, sonreido, como quien no ha quebrado un plato, adueñado por completo de mi sonrisa.

Sólo para no perder mis costumbres, hice un poquito de investigación bibliográfica[1] y en internet me dijeron que “el lazo amoroso que surge entre dos personas tiene una explicación bioquímica y tal como lo explican investigaciones científicas, el olfato es señalado como el sentido más poderoso en cuanto a contacto sexual (…) el olfato detecta moléculas esparcidas en el aire, donde sensores nerviosos en el epitelio olfativo llevan la información al cerebro y éste con su memoria, reconoce el olor de la persona” ¡Esto es peligroso! Así que mejor cierro con esta frase fuera de contexto que se me atravesó por ahí:

“El enamoramiento es irreversible, pero viene con fecha de vencimiento”

#SonSóloRosas #NoPasaNada

 

 

 

 



[1] https://conexion.cinvestav.mx/Publicaciones/el-papel-del-olfato-en-la-qu237mica-del-amor-aromas-que-enamoran

sábado, 16 de julio de 2022

Entre la vida, la muerte y las rosas

Yo tengo un “amor platónico”

He tenido muchos, pero hay un titular y él lo sabe. Bromeamos al respecto. No es secreto para nadie. Es una bonita historia que ya tiene más de 20 años.

A partir de cierto momento supe que era “un amor platónico correspondido”, y nadie logrará nunca que lo ponga en duda.

No es sólo que un hombre famoso, importante y ocupado, se tome unos minutos de cada primero de enero para felicitarme por mi cumpleaños (¡primero de enero!) sino que solían pasar cosas como:

*Dice al aire (en vivo, en transmisión radial) durante cualquier juego de los Tiburones, cualquier cosa acompañada de mi nombre completo, algo así como: “Giovannina Orsini tiene una relación estrecha con el Circuito…” –¡con esa voz!*

Yo, al lado, faranduleando en la caseta de transmisión entregando un pan de jamón, unos dulcitos o unos datos de una jugada que ameritaba su explicación, derretida, sonrojada y con una de esas sonrisas que ocupan toda la cara, le pregunto:

 ¿Por qué lo haces?

Él, con su sonrisa serena y aplomo, dice, ¡con esa voz!:

 Porque te gusta.

*Me tienen que sacar con cucharilla de la caseta*

No se gasta. Pero ya eso ha sido mucho menos frecuente. Menos beisbol, menos farandulería, menos endorfinas.

Y ahora, no es que ande buscando sustitutos… sino que de pronto aparecen otras fuentes de sonrisas que uno no estaba esperando.

Así como que te dan una sorpresa tipo cuatro rosas blancas en un beaker sobre tu escritorio.

– ¡Dios mío Santo! –alcancé a decir aterrizando en un banquito para no desmayarme de la emoción.

Y este pana, adorable pana, simplemente pensó en traerlas “porque a ella le gustan las rosas blancas”.

– Son sólo unas rosas, no es nada.

Ajá, sí… y vuelvo a tener sonrisa crónica desde entonces. 

Te advierto que no-pueden-no-ser gran cosa si sabes lo que significan para mí, o al menos cuánto me gustan.

Pero el título de este escrito de sábado por la tarde parece querer decir más cosas, y tal vez este cuento salga un poco largo. La ocasión lo amerita. Gracias por leerme.

Desde hace un par de meses ando diciendo que “soy un gato” – por aquello de que ellos piden cariño pero sólo cuando quieren, de resto, casi mejor mantenerse a distancia prudencial. Eso, por supuesto hace ruido a todos mis hermanos fanaticos de Tiburones ¡No puedo ser una gata! #QueJeso!! Pero sí, en contexto no beisbolístico parece que lo soy y esta gata ha perdido dos de sus siete vidas estas últimas dos semanas… tal vez perdí otra por allá por el 2008 pero eso ya se los conté, así que me toca andar con más cuidado.

Dos miércoles seguidos, dos experiencias cercanas a la muerte: una intoxicación por cloro y una crisis hipertensiva que lució como infarto. Muchos ángeles alrededor y tal como aquel 4 de enero de 2008, solo podré recordar esto con amor. A pesar de que en el interín “me perdí” los cumpleaños de dos personas importantísimas para mí ¡y de las voces oscuras de Maracay! ¡qué pecado! Pero bueno, estamos matriculando para celebrar los próximos.

Entonces esta historia, más que historia es una sesión de agradecimientos. Es que de verdad todo ha sido un aprendizaje fabuloso. El chico aquel de las rosas me ha ayudado infinitamente –no se imagina cuánto, a ver las cosas desde otro perfil.

Agradezco entonces en primer lugar, a un caballero azul que llegó a cualquier hora de la madrugada en su corcel blanco… y estuvo hasta cualquier hora dándome paz y seguridad. Luego fue a visitarme una semana después –en mi estresante día de elecciones, alegrándose de verme mejor, pero resulta que no estaba mejor un cebillo (zulianamente hablando) sino que me estaba muriendo con un no tan silencioso ataque de hipertensión y ni cuenta nos estábamos dando. ¡No puedo con lo guapo que es y con lo afortunada que soy!

Todos mis demás trasladadores tendrán para siempre un espacio en mi alma y en mi corazón: Anita, Raúl, MIS Bomberos voluntarios universitarios y los re-guapos paramédicos de Veneasistencia, con quienes coqueteé horriblemente mientras llenaban su informe, tipo:

– ¿teléfono?

– ¿me vas a llamar? #RisasColectivas

– ¿fecha de nacimiento?

– Primero de enero de 1970 – y sale el otro:

– ¡ah! Capricornio, con razón #RisasColectivas

Entonces me toca recordar con amor el momento “hospital del llanito” pues no solo me pusieron una vía –de-pana-y-todo, sino que esperaron a que llegaran MIS bomberos a hacerme el siguiente traslado. No les tocaba. Ni una cosa, ni la otra. Simplemente me quisieron tratar bellísimo.

Mi hijo se hizo grande estas dos semanas y estamos orgullosos. Tomando el control de ambas situaciones, haciéndose cargo de todos los contactos, poniendo al día a la familia –la de sangre y la bomberil, y sobre todo contribuyendo a que se pavimentara nuevamente nuestro canal de comunicación que andaba un poco maltrecho. Su compañera, reina de la logística y la previsión, fue pilar fundamental en ambas circunstancias ¡Gracias!

Nos tocó vivir contrastes: lo bonito de Salud Chacao, lo terrible del hospital del Llanito #CamaNoHay, lo tecnológico del Pérez Carreño, sin excluir el peloteo del paciente entre los servicios, lo amable de la Clínica Atías, lo acogedor del ambulatorio de MI Cuerpo de Bomberos, lo elegante del Urológico San Román. Y en cuanto a la gente ¡Uff! Igual… el Doctor amoroso de Salud Chacao, el pobre residente de Medicina Interna del Domingo Luciani, amargado, malhumorado y torpe, el aparentemente competente cardiólogo del Pérez Carreño pero socialmente defectuoso, mis abnegados bomberos voluntarios para los que solo tendría epítetos amorosos, y el experimentado y sensible cardiólogo de San Román ¡que ahora lo tenemos a un mensajito de distancia!

“Académicamente” estoy muy agradecida con las manifestaciones de afecto de los colegas y el buen servicio prestado por nuestro seguro que aún no sé utilizar apropiadamente. Y definitivamente agradeciendo el valor y ejemplo de nuestra Evelia Monascal, fundadora del Orfeón Universitario quien, en medio de mis ‘encuentros con la parca’, celebró sus 100 años ‘vivita y comiendo pizza’.

Qué pena yo con todo este drama a mis piches 52. Bueno, realmente no han sido nada piches. Han sido bonita e intensamente vividos, sin duda. 

¡Estoy teniendo una hermosa vida, Gracias!

 

Y sé que no nos hemos dado permiso para contar días ni celebrar cosas porque ‘no está pasando nada’, pero esas cuatro rosas blancas en un beaker sobre mi escritorio llegaron justo un mes y un día después de haber conocido a todas aquellas salamandras. Otras muchas cosas bonitas ‘han estado pasando’ antes y después de eso, y aunque quieras asumirte como efímero, o “hacer puff” cualquier día y desaparecer de este camino, pues… lo lamento, mi amigo, ya no lo fuiste. Ya no puedes desaparecer de estas historias, pues son tus historias. Todo es ganancia en este negocio. Nada que perder, nada que temer. Solo aprendizaje mutuo y afectuoso, rosas y café. Es hermoso estar conociéndote.

martes, 12 de julio de 2022

En varios tiempos – nunca sábado

Estoy muy chiquita para ser “escritora”, aunque haya estado escribiendo mis cuentos desde 1987. Académicamente, empecé un poquito antes, justo cuando mi profe de biología me presentó a Richard Bach (¡qué gran regalo!) y me atreví a incursionar en el periódico escolar. En ese momento comencé mi “formación” como maquetadora de revistas… ¡y de pancartas! –herramienta que terminó siendo sumamente útil en los conflictos ochentosos universitarios. En aquel momento, entonces, escribí en una pancarta gigante algo llamado “hagamos nuestra propia motivación”, que no solo no me convenció sino que nunca logré llevar a cabo. También me tocó escribir el discurso de graduación que sorprendió a algunos por el color de protesta que tuvieron las palabras de esta buenita “mejor alumna”. Es una lástima que no haya guardado una copia de ese par de cosas. Me hubiera encantado leerme de nuevo.

Pero estoy chiquita para tener ese título, sobre todo porque no siempre tengo material para escribir, o se van de paseo las musas, o llegan alborotadas con cosas que no puedo escribir. Es que el cuento se volvió como sensurable.

Justamente pensando en los tabúes. Me había quedado en el aquí y el ahora, y en los tabúes.

Me había quedado en lo difícil de poner en práctica esa frase, y en lo difícil que es no ponerse o no usar etiquetas. Desde que nacemos buscamos nombres, definiciones, roles y nos enseñan deberes y derechos. Pero ahorita somos más libres, o al menos queremos serlo. Ahorita se vale.

Hay preguntas que no he hecho por temor a saber la respuesta. Porque las respuestas a esas preguntas suelen tener las más rudas etiquetas de la vida. Esas de las que estoy huyendo a pasos agigantados. Y entonces algunas respuestas llegan solas ¡Si tuviera su santa paciencia!.

Y empiezan las musas a moverme los dedos:

¿Cómo regodearte en dos palabras sin decirle a nadie? ¿Cómo guardar un secreto que quieres compartir con la humanidad?

¡Claro! ¡En un cuento! Y quedará protegido bajo el sagrado manto de la ficción.

Y como es ficción se vale ponerle cosas que pasaron o que no pasaron o que uno quiere que pasen... o que uno no quiere que pasen.

¡Oh! ¡Qué poderoso recurso literario!

El protagonista sabrá que lo es. Si es que pasa por aquí. A veces pasa. Pero es tan sigiloso que ni me entero. No importa si pasa. No importa si se entera pues igual sabrá todo lo que aquí pasa. Si me pide "regalías", se las daré en café y sin duda las disfrutaremos ambos. Negocio redondo. Aquí cada minuto compartido es ganancia. Es crecimiento, es risa, es sanación.

Y sé que aún tienes el temor de que perdamos el camino si abrimos algunas puertas. Pero te cuento, mi amigo, que a estas alturas no hay nada que perder pues el camino mismo es el aprendizaje. Y está bonito. Tiene mucho verde a cada lado... así que vamos cómodos los dos. Cada quien viendo el tipo de verde que prefiere pero aprendiendo a observar el verde del otro. Hermoso.

Sano y conversado. Cómodo y sereno. Intimidad y confianza. Paz, y ¡una energía exquisita!.

Sólo seguiré batallando contra las etiquetas. Y ante las etiquetas pregunto ¿cuáles son las dos palabras supuestamente más hermosas, tanto más aterradoras... las que están más cargadas de tabúes?. Y entonces aquí tengo que citar a mi queridísimo Richard Bach, quien en “El puente hacia el infinito” bien dice:

“¿Por qué se había crucificado a palabra tan promisoria en el árbol de la obligación, asaetada de deberes, ahorcada por la hipocresía, ahogada por la costumbre? Después de ‘Dios’, ‘amor’ es la palabra más mutilada de todos los idiomas. La forma más elevada del afecto entre dos seres humanos es la amistad; cuando el amor se entromete, la amistad muere.”

Aquí mi amigo se sentirá identificado, y aquí vuelvo a decir que no hay nada que temer… excepto a aquel temazo de las etiquetas.

Todos estos días desde que introduje estos términos, seguí percibiendo que hay más tabúes respecto al amor que al sexo. Aunque nos ruboricemos aún con algunas cosas respecto a este último (sí, a mis 52 todavía hay cosas que me dan penita). Resulta que enamoramiento suena muy parecido a envenenamiento y creo que justo por eso la sociedad me arrebató vilmente el valioso término “tóxico” que es ¡una sustancia! –capaz de producir efectos perjudiciales sobre un ser vivo, al entrar en contacto con él– No una persona, ¡por favor! Pero bueno, puedo entender que cuando la gente se enamora, se cuaimatiza, le brotan los celos y las exigencias y un montón de cosas por las que todos hemos pasado y no queremos volver a pasar.

Sin embargo, hay muchas cosas rescatables en el proceso. Siempre que se tenga claro aquel temazo de las etiquetas –digo, sin temor a redundar.

Hay dos palabras que la gente se dice “mutuamente” y “exclusivamente”, cuando llegan a “cierto punto” de sus vidas en conjunto, o, paradójicamente, le dicen hasta al panadero cuando el pan está calientico.  No me importan esas palabras… yo no digo ya esas palabras. Pero tuve otras dos. Las más bonitas. Aún inofensivas. Aún significativas… sobre todo cuando las estuve sintiendo por cada minuto de ese largo fin de semana:

"TE EXTRAÑÉ"

Y ni siquiera fueron palabras al viento. Quedaron tejidas en medio de un abrazo infinito de esos en los que se siente sincronizarse la frecuencia cardíaca de ambos. En serio. Uno nunca se da tiempo para sentir eso. Uno casi nunca tiene permiso de sentir eso. Parece que los abrazos te los cobraran por segundos y no todo el mundo quiere pagar. 

Por ese abrazo pago. Lo que sea que cueste. Es que es muy sabroso, muy reparador, totalmente alineador, particularmente aromatizado... y lo más importante en este caso específico: luce totalmente recíproco. Eso de tener el mismo deseo de quedarnos en ese abrazo más tiempo del permitido ¡y hacerlo! #uff ¡Cuánto placer genera! ¡Cuánta paz!

Eso. Ese abrazo. Es lo que yo bajo ningún concepto quisiera perder.


Esta imagen fue tomada de una aplicación,
después de "colorearla" - no sé si tenga derechos protegidos, o algo