lunes, 12 de febrero de 2024

24, la octava pelota y el octavo campeonato

No somos matemáticos, ¡pero nos encantan los números! Los más sencillos: el promedio al bate, la efectividad del pitcher, los outs que faltan, las arepas que hemos dado de comer al contrario, el número de la camisa, la cantidad de asistentes, los ganados de por vida, las series particulares, los campeonatos ganados, los muchos perdidos… y el tiempo. Tiempo ganado y tiempo perdido. Todo se puede decir con números. La vida. El juego. Dos horas, cincuenta y un minutos: ¡y somos los campeones de Venezuela!; dos horas, cincuenta y ocho minutos: ¡y somos los campeones del Caribe![1]

Es 2024 y nos premiaron con un combo 2 x 1. 18 arepitas para repartir. Contundente.


Árbitros: HP: Jonathan Parra. 1B: David Arrieta. 2B: Raúl Moreno. 3B: Robert Moreno. LF: Juan Gómez. RF: Edward Pacheco.
Primer Lanzamiento: 6:04 p.m.
T: 2:51
Att: 14,221
Estadio: Estadio Antonio Herrera Gutiérrez
January 28, 2024


Árbitros: HP: Robert Núñez. 1B: Kelvis Vélez. 2B: Aarón Leyva. 3B: Gilberto Mayer. LF: Ivan Mercado. RF: Vincent Morales.
Primer Lanzamiento: 8:05 p.m.
T: 2:58
Att: 36,677
Estadio: loanDepot park
February 9, 2024















24 es el número de la camisa de Raúl Pérez Tovar, de quien no hay que dar ninguna explicación. Uno de los favoritos de la afición guairista y particularmente el favorito de mi vida. Su elegancia en el jardín central fue el origen de mi matrimonio de cuentos de hadas con Los Tiburones: “y vivieron felices para siempre”, ¡cuánta inocencia! 24 fue el número del aula en la que vi mi primera clase en la universidad, de 2 a 4 de la tarde, el 24 de noviembre de 1986, año del ahora penúltimo campeonato de La Guaira. Los dígitos de 1986 suman 24. Mi hijo, cuya existencia tiene directa relación con alguien que conocí ese día, en ese salón, celebra su primer campeonato con 24 años de edad. Es gracioso. Es hermoso.

Objetivamente, yo no viví ese campeonato. Estaba chiquita. Mi familia estaba dividida entre caraquistas y magallaneros, así que yo estaba sola en eso ¡por decisión propia, desde hace ya 44 años! En ese tiempo era ‘normal’ que Tiburones ganara y yo estaba más pendiente de sobrevivir a la siempre difícil transición de bachillerato a la universidad. No fue tan difícil, en realidad.

Difícil fue darme cuenta de que pasaban los años y se alejaban los buenos tiempos de La Guaira. Tenía el Universitario a la mano, y la independencia, y las ganas… pero me mal-empaté con un guairista-guaireño que no quería ir a ver al equipo perder. Así que tuve que dejarlo (al novio/esposo, nunca al equipo) para empezar a vivir mi vida de estadio. Era 1997. Iba a las gradas, sola, pero nunca estuve sola, pues tenía mi radio y entonces tenía a Cordido, al Chepe, a Marco Vinicio, a Alvis Cedeño, y a todos los desconocidos que comenzaron a transformarse en Familia.

Esa familia que es la que me hace escribir. La que me hace sonreír y con la que puedo llorar. Siempre. Y vuelvo a escribir ahora, a pesar de las carencias tecnológicas que me afectaron desde la pandemia. A pesar del freno académico que ahora me ponen –sin querer, mis profesores de Castellano y Taller de redacción. Y entonces me doy cuenta de que no he honrado el título de lo que estoy escribiendo.

¡La octava pelota!

Llegó solita a mis piernas, de rebote de un foul mientras estaba muy tranquila sentada en A6, en uno de esos juegos calmados contra Caribes, que además perdimos. 19 de enero de 2015, dice mi registro en twitter/X, y resulta que la acababa de pedir un mes antes, según consta en este blog[2].

Llevábamos diez años tratando de aceptar un cambio de dueños, con nuestra fe intacta que además se nos alborotó con la final de 2012, ya para el olvido.

El tiempo pasa increíblemente rápido pues el año pasado, ahí mismito, nos pareció que llegamos más lejos, y es que estaban pasando cosas. Estaba finalizando una era.

El octavo campeonato

El 2024 comenzó con una alegría universal. Con la suma de las alegrías de todos aquellos que disfrutan el béisbol pues saben que nos merecemos estas victorias desde lejos; desde lejos en el tiempo, desde las profundidades de la fe y de la paciencia, desde la perseverancia y la samba, desde la humildad y desde la solidaridad guaireña y guairista.

Siempre hay los que quieren restar, los que quieren minimizar el logro, los resentidos, los malhablados, los que aún guardan rencor a nuestra anterior nefasta gerencia. Nefastos, sin duda, aunque tuvimos dos finales; comparables a cuando el marido maltratador te regala flores: “pa’que creas”. Pero nada de eso importa y hay que decir como mi amigo Luis Chirinos, nuestro cabimero: “Qué bello es todo”. Borramos la pava, borramos el tiempo, borramos la sequía. Con un NO-NO, con arepas pa’ to’el mundo, con refuerzos e importados de lujo que entendieron muy bien lo que significa ser Tiburón.

Lo más bonito es que seguimos estando aquí… a un clic de distancia, la mayoría, y hasta los que ya no están. Como dice mi amigo Felipe Schöen que jamás leerá esto: “los que se fueron al interior, al exterior… o al superior”. ¡Al fin mis ocho pelotas representan nuestros ocho campeonatos! ¡Y somos los… amos del Caribe, Irving!

A mis amigos, a mi familia de octubre: ¡Gracias! Gracias por acompañarnos a ver a nuestros hijos crecer en las tribunas con un amor más auténtico que heredado. Gracias por seguir estando a pesar de la distancia. Gracias por llenar cualquier vacío, cualquier nostalgia y por llorar juntos. ¡Gracias por acompañarnos a disfrutar el sabroso hecho de ser campeones!

Ajá, y entonces me imagino que esto es la entrega del Oscar, busco mi papelito arrugado y nombro a algunas personas a las que quiero dedicar estas alegrías (y sobre todo “a todas aquellas personas que de una manera o de otra han contribuido con esto” y a las que seguro se me va a olvidar nombrar): Carlos Dao, Luis Tortabú y su retoño, Alfonso Ugarte, retoño, tía Iris, y los vecinos de B4, Marisol y retoño, Zully y retoño, Mariale y su caraquista espléndido, Christian y papá no-tiburón, LuisChi, que ya te nombré, Anles y Alicia, Luis Guerra, retoños y compadre, Paolo Parente, Juan Carlos 7, mi compadre Jesús, Carlos Goon y Carlos Yépez, Dinorah, Oscar Lloreda, Juvenal, Manimal, Julio y Tony, Raúl Cabezas, Enzoni y su amorosa mamá, a la extraordinaria familia Rey: Paty, Richard, papá, perrito y nieto, y hasta a la mami; Iván Damas, Marlon y hasta Jorge. Edgar Chacón, Rubén Blanco, Leansy, Pepe, Yoel, Henry, Freddy y Marisela, Karla, su retoño y su tigre, Tete, Joralú, Raúl Corro, Jeffrey, José Raúl, Roney que no sé qué es de su vida, Irving, Ronald, Pablo y los demás Tibupanas de Venezuela, Rubén Blanco, Tito Chacín, mi profe Alejandro Terenzani, Mayra Guzmán y su chamita, Alfredo Longart, Lionel Pérez, Horacio, Oswaldo, Vladimir…

A los que veo en twitter/X: Raúl Fernándes, José Gasspar y Miguel De Diego, que no es tiburón pero me lee…

Ángel Luis, Gladys, José David, Giustino, Adrián y Jesús Enrique que ya lo nombré, a mi Decano Carlos, Viviana y a todos los que me brindaron entradas o birras. A mis alumnos Arlette e Irving que no sé si me leerán…

A los que están cerca (o ya lejos) por mi farandulería: Héctor Cordido, Alvis Cedeño, Aquiles Estrada, Reyes Medina, Jesús Leandro, Alejandro Sardi, Christofer Vegas, el Doctor Paris, Carlitos Feo, el Ponty, Gil Reyes, German Cartaya, Ignacio Serrano, Pedro Luis Palacios, Juan Carlos Dávila, Atilano, Felipe Lira, Jackson Melián…

Samuel, Ender, Siulber, Ida, papá Tortabú, todos los que se fueron en el 99 y hasta Laurent que se hubiera alegrado por nosotros…

¡Dios mío, es mucha gente! Soy muy afortunada. Y entonces termino agradeciendo particularmente a todos aquellos no-tiburones (algunos ya nombrados) que se alegraron auténticamente por nuestras victorias.

Y soy tan afortunada que uno de esos amigos del alma que acabo de nombrar, tuvo a nuestro Raúl Pérez Tovar #24 cerquita y bello para la foto en esta Serie del Caribe ¡y aquí lo compartimos!


...ese es Christian, y su papá, y nuestro RPT

¡Pa’ encima, siempre!



[1] Imágenes y datos obtenidos en lvbp.com

[2] http://giovaorsiniv.blogspot.com/2014/12/necesito-otra-pelota.html?spref=tw

sábado, 23 de julio de 2022

El aroma, su aroma, y el de las rosas

Casi todos ustedes me han visto toda una semana poniendo fotos de unas rosas. Cuatro rosas blancas. Sonrisas. ¡Fue toda una sorpresa! Me encantan tus sorpresas. Alguien me dijo que nunca había visto a nadie “tripearse tanto unas flores” y hoy, una semana después, aún me las disfruto pues puse los pétalos en ese pañuelo y entonces, a través de su aroma, siguen acompañándome un ratico más. 

“Tú me das café y yo te doy rosas” –negocio redondo. 
Decidí entonces separar los casi caídos pétalos de mis rosas tomándome mi café favorito en mi actual lugar favorito: recordándote activamente.


Las sonrisas asociadas a la sorpresa con la cual aparecieron esas cuatro rosas blancas en un beaker sobre mi escritorio fueron renovadas por otro evento que justamente tiene que ver con un aroma. No el de las rosas. Todo el mundo conoce el aroma de las rosas. Todo el mundo conoce el olor a café. Pero es muy difícil escribir sobre otros olores, salvo aquellos que han usado abiertamente en perfumería y en productos de limpieza. Pero en estos días me trajeron un par de plantas a las que les decían “lavanda” ¡pero no huelen a lavanda! Entonces ¿por qué las llaman así? Ajá… por las flores moraditas nada más. No se vale.

E identificamos juntos las lavanditas… ¡Gracias por eliminarme un prejuicio!

Había ocurrido entonces el evento sorpresivo del que aún no les escribo, con lo cual, inmediatamente comienza a emerger el nuevo capítulo de nuestro cuento, tu cuento. Y ante la indudable dificultad, pregunté a mis amigos lectores si podrían describir un olor, y que me contaran qué sensaciones les causaban los olores agradables –o algunos desagradables, y a dónde se trasladaban al percibirlos.  

Me di cuenta que pocos intentaron siquiera ‘describir’ el olor. Lo más parecido fueron cosas como “suave” o “dulce”, ¿¡“elegante”!? ¿cómo es un olor elegante? Resulta que así como no tenemos palabras para definir un conjunto hermoso de manifestaciones de afecto sin que llegue a ser una etiqueta peligrosa, así mismo veo que no contamos con suficientes adjetivos para compartir con otra persona a distancia, por ejemplo, la diferencia entre dos plantas de “toronjil”: uno es más mentolado que otro ¿cuánto, cómo? ¿como el mentol chino o como la pasta dental?, o aquel trillado asunto de la diferencia entre “cilantro” y “perejil” – uno huele a sopa y el otro a ensalada ¿pero cómo describes eso? ¿cómo explicarle a mis estudiantes la diferencia entre aquel famoso y desconocido “acetaminofén” con respecto al más familiar “orégano orejón”? ¡Es todo un tema!

Lo cierto es que, definitivamente, los aromas nos trasladan, y generan placer y nostalgia: añoranza; sin duda nos hacen revivir momentos. Entonces, con el aporte de ustedes, voy a hacer un ejercicio literario a ver si les huele:

Es una casa, como la de los enanitos de Blancanieves en la mitad de un bosquecito. Afuera, de un lado están sembrados unos árboles de mango y otros de guayaba. La cerca es de azahares y jazmines, y en ciertas noches no sabes qué es más brillante, si lo blanco de las flores o lo dulce del olor. Hacia el lado de atrás, por donde está la cocina, han sembrado albahaca, romero y menta… y al descuido ha crecido un espinoso culantro. Creo que es diciembre, porque ya están sancochando hallacas… pero es temprano y la abuela está haciendo café y friendo tajadas para las arepitas mientras nos grita: ¡búscame unos manguitos verdes pa’la jalea! ¡ve a poner las rosas en la mesa que ya vamos a comer! ¡y tú, tráeme guayabas pa’hacerte un juguito, que estás jipata! Es una casa de vacaciones, por lo que la tía está preparando un cuartico para los chamos: recién compró una enciclopedia ¡de doce tomos! ¡nuevecita! y hay una caja full de creyones y plastilinas: ¡eso es el paraíso! Toda la ropa está lavadita y perfumada pues “oler rico y limpio es amor”… lo cual no va a durar mucho pues afuera hay caballos y bosta de vaca, que como parece grama, ellos van y la pisan… sin hacerle mucho caso a cómo va a oler la perrita después. Empieza a llover, pero el petricor no logra competir con el aroma de este chico que viene asomándose por mi ventana…

 

¡Por mi ventana! ¡Ya ese es mi cuento! Es que eso ocurrió como en uno o dos segundos y me tardaré un poquito más de eso describiéndolo. Estaba yo sentada en mi escritorio viendo cualquier cosa (de Marvel, obviamente, pues no estoy trabajando ¡estoy ‘de reposo’!); detrás de mí está una ventanita que da para el pasillo; ahí hay una cartelera y desde ahí, hace como tres meses, escuché que me tarareaban un ‘Ave María’: el mismo personaje capricorniano. De pronto, se me cierran los ojos, se me ladea la cabeza y me descubro percibiendo un aroma que me encanta ¡EPA! ¡YA VA! ¿Por qué huele así? –me levanto como loca a abrir la puerta, casi corriendo ‘como para que no se me escape’, y ahí estaba: imponente, sereno, sonreido, como quien no ha quebrado un plato, adueñado por completo de mi sonrisa.

Sólo para no perder mis costumbres, hice un poquito de investigación bibliográfica[1] y en internet me dijeron que “el lazo amoroso que surge entre dos personas tiene una explicación bioquímica y tal como lo explican investigaciones científicas, el olfato es señalado como el sentido más poderoso en cuanto a contacto sexual (…) el olfato detecta moléculas esparcidas en el aire, donde sensores nerviosos en el epitelio olfativo llevan la información al cerebro y éste con su memoria, reconoce el olor de la persona” ¡Esto es peligroso! Así que mejor cierro con esta frase fuera de contexto que se me atravesó por ahí:

“El enamoramiento es irreversible, pero viene con fecha de vencimiento”

#SonSóloRosas #NoPasaNada

 

 

 

 



[1] https://conexion.cinvestav.mx/Publicaciones/el-papel-del-olfato-en-la-qu237mica-del-amor-aromas-que-enamoran

sábado, 16 de julio de 2022

Entre la vida, la muerte y las rosas

Yo tengo un “amor platónico”

He tenido muchos, pero hay un titular y él lo sabe. Bromeamos al respecto. No es secreto para nadie. Es una bonita historia que ya tiene más de 20 años.

A partir de cierto momento supe que era “un amor platónico correspondido”, y nadie logrará nunca que lo ponga en duda.

No es sólo que un hombre famoso, importante y ocupado, se tome unos minutos de cada primero de enero para felicitarme por mi cumpleaños (¡primero de enero!) sino que solían pasar cosas como:

*Dice al aire (en vivo, en transmisión radial) durante cualquier juego de los Tiburones, cualquier cosa acompañada de mi nombre completo, algo así como: “Giovannina Orsini tiene una relación estrecha con el Circuito…” –¡con esa voz!*

Yo, al lado, faranduleando en la caseta de transmisión entregando un pan de jamón, unos dulcitos o unos datos de una jugada que ameritaba su explicación, derretida, sonrojada y con una de esas sonrisas que ocupan toda la cara, le pregunto:

 ¿Por qué lo haces?

Él, con su sonrisa serena y aplomo, dice, ¡con esa voz!:

 Porque te gusta.

*Me tienen que sacar con cucharilla de la caseta*

No se gasta. Pero ya eso ha sido mucho menos frecuente. Menos beisbol, menos farandulería, menos endorfinas.

Y ahora, no es que ande buscando sustitutos… sino que de pronto aparecen otras fuentes de sonrisas que uno no estaba esperando.

Así como que te dan una sorpresa tipo cuatro rosas blancas en un beaker sobre tu escritorio.

– ¡Dios mío Santo! –alcancé a decir aterrizando en un banquito para no desmayarme de la emoción.

Y este pana, adorable pana, simplemente pensó en traerlas “porque a ella le gustan las rosas blancas”.

– Son sólo unas rosas, no es nada.

Ajá, sí… y vuelvo a tener sonrisa crónica desde entonces. 

Te advierto que no-pueden-no-ser gran cosa si sabes lo que significan para mí, o al menos cuánto me gustan.

Pero el título de este escrito de sábado por la tarde parece querer decir más cosas, y tal vez este cuento salga un poco largo. La ocasión lo amerita. Gracias por leerme.

Desde hace un par de meses ando diciendo que “soy un gato” – por aquello de que ellos piden cariño pero sólo cuando quieren, de resto, casi mejor mantenerse a distancia prudencial. Eso, por supuesto hace ruido a todos mis hermanos fanaticos de Tiburones ¡No puedo ser una gata! #QueJeso!! Pero sí, en contexto no beisbolístico parece que lo soy y esta gata ha perdido dos de sus siete vidas estas últimas dos semanas… tal vez perdí otra por allá por el 2008 pero eso ya se los conté, así que me toca andar con más cuidado.

Dos miércoles seguidos, dos experiencias cercanas a la muerte: una intoxicación por cloro y una crisis hipertensiva que lució como infarto. Muchos ángeles alrededor y tal como aquel 4 de enero de 2008, solo podré recordar esto con amor. A pesar de que en el interín “me perdí” los cumpleaños de dos personas importantísimas para mí ¡y de las voces oscuras de Maracay! ¡qué pecado! Pero bueno, estamos matriculando para celebrar los próximos.

Entonces esta historia, más que historia es una sesión de agradecimientos. Es que de verdad todo ha sido un aprendizaje fabuloso. El chico aquel de las rosas me ha ayudado infinitamente –no se imagina cuánto, a ver las cosas desde otro perfil.

Agradezco entonces en primer lugar, a un caballero azul que llegó a cualquier hora de la madrugada en su corcel blanco… y estuvo hasta cualquier hora dándome paz y seguridad. Luego fue a visitarme una semana después –en mi estresante día de elecciones, alegrándose de verme mejor, pero resulta que no estaba mejor un cebillo (zulianamente hablando) sino que me estaba muriendo con un no tan silencioso ataque de hipertensión y ni cuenta nos estábamos dando. ¡No puedo con lo guapo que es y con lo afortunada que soy!

Todos mis demás trasladadores tendrán para siempre un espacio en mi alma y en mi corazón: Anita, Raúl, MIS Bomberos voluntarios universitarios y los re-guapos paramédicos de Veneasistencia, con quienes coqueteé horriblemente mientras llenaban su informe, tipo:

– ¿teléfono?

– ¿me vas a llamar? #RisasColectivas

– ¿fecha de nacimiento?

– Primero de enero de 1970 – y sale el otro:

– ¡ah! Capricornio, con razón #RisasColectivas

Entonces me toca recordar con amor el momento “hospital del llanito” pues no solo me pusieron una vía –de-pana-y-todo, sino que esperaron a que llegaran MIS bomberos a hacerme el siguiente traslado. No les tocaba. Ni una cosa, ni la otra. Simplemente me quisieron tratar bellísimo.

Mi hijo se hizo grande estas dos semanas y estamos orgullosos. Tomando el control de ambas situaciones, haciéndose cargo de todos los contactos, poniendo al día a la familia –la de sangre y la bomberil, y sobre todo contribuyendo a que se pavimentara nuevamente nuestro canal de comunicación que andaba un poco maltrecho. Su compañera, reina de la logística y la previsión, fue pilar fundamental en ambas circunstancias ¡Gracias!

Nos tocó vivir contrastes: lo bonito de Salud Chacao, lo terrible del hospital del Llanito #CamaNoHay, lo tecnológico del Pérez Carreño, sin excluir el peloteo del paciente entre los servicios, lo amable de la Clínica Atías, lo acogedor del ambulatorio de MI Cuerpo de Bomberos, lo elegante del Urológico San Román. Y en cuanto a la gente ¡Uff! Igual… el Doctor amoroso de Salud Chacao, el pobre residente de Medicina Interna del Domingo Luciani, amargado, malhumorado y torpe, el aparentemente competente cardiólogo del Pérez Carreño pero socialmente defectuoso, mis abnegados bomberos voluntarios para los que solo tendría epítetos amorosos, y el experimentado y sensible cardiólogo de San Román ¡que ahora lo tenemos a un mensajito de distancia!

“Académicamente” estoy muy agradecida con las manifestaciones de afecto de los colegas y el buen servicio prestado por nuestro seguro que aún no sé utilizar apropiadamente. Y definitivamente agradeciendo el valor y ejemplo de nuestra Evelia Monascal, fundadora del Orfeón Universitario quien, en medio de mis ‘encuentros con la parca’, celebró sus 100 años ‘vivita y comiendo pizza’.

Qué pena yo con todo este drama a mis piches 52. Bueno, realmente no han sido nada piches. Han sido bonita e intensamente vividos, sin duda. 

¡Estoy teniendo una hermosa vida, Gracias!

 

Y sé que no nos hemos dado permiso para contar días ni celebrar cosas porque ‘no está pasando nada’, pero esas cuatro rosas blancas en un beaker sobre mi escritorio llegaron justo un mes y un día después de haber conocido a todas aquellas salamandras. Otras muchas cosas bonitas ‘han estado pasando’ antes y después de eso, y aunque quieras asumirte como efímero, o “hacer puff” cualquier día y desaparecer de este camino, pues… lo lamento, mi amigo, ya no lo fuiste. Ya no puedes desaparecer de estas historias, pues son tus historias. Todo es ganancia en este negocio. Nada que perder, nada que temer. Solo aprendizaje mutuo y afectuoso, rosas y café. Es hermoso estar conociéndote.

martes, 12 de julio de 2022

En varios tiempos – nunca sábado

Estoy muy chiquita para ser “escritora”, aunque haya estado escribiendo mis cuentos desde 1987. Académicamente, empecé un poquito antes, justo cuando mi profe de biología me presentó a Richard Bach (¡qué gran regalo!) y me atreví a incursionar en el periódico escolar. En ese momento comencé mi “formación” como maquetadora de revistas… ¡y de pancartas! –herramienta que terminó siendo sumamente útil en los conflictos ochentosos universitarios. En aquel momento, entonces, escribí en una pancarta gigante algo llamado “hagamos nuestra propia motivación”, que no solo no me convenció sino que nunca logré llevar a cabo. También me tocó escribir el discurso de graduación que sorprendió a algunos por el color de protesta que tuvieron las palabras de esta buenita “mejor alumna”. Es una lástima que no haya guardado una copia de ese par de cosas. Me hubiera encantado leerme de nuevo.

Pero estoy chiquita para tener ese título, sobre todo porque no siempre tengo material para escribir, o se van de paseo las musas, o llegan alborotadas con cosas que no puedo escribir. Es que el cuento se volvió como sensurable.

Justamente pensando en los tabúes. Me había quedado en el aquí y el ahora, y en los tabúes.

Me había quedado en lo difícil de poner en práctica esa frase, y en lo difícil que es no ponerse o no usar etiquetas. Desde que nacemos buscamos nombres, definiciones, roles y nos enseñan deberes y derechos. Pero ahorita somos más libres, o al menos queremos serlo. Ahorita se vale.

Hay preguntas que no he hecho por temor a saber la respuesta. Porque las respuestas a esas preguntas suelen tener las más rudas etiquetas de la vida. Esas de las que estoy huyendo a pasos agigantados. Y entonces algunas respuestas llegan solas ¡Si tuviera su santa paciencia!.

Y empiezan las musas a moverme los dedos:

¿Cómo regodearte en dos palabras sin decirle a nadie? ¿Cómo guardar un secreto que quieres compartir con la humanidad?

¡Claro! ¡En un cuento! Y quedará protegido bajo el sagrado manto de la ficción.

Y como es ficción se vale ponerle cosas que pasaron o que no pasaron o que uno quiere que pasen... o que uno no quiere que pasen.

¡Oh! ¡Qué poderoso recurso literario!

El protagonista sabrá que lo es. Si es que pasa por aquí. A veces pasa. Pero es tan sigiloso que ni me entero. No importa si pasa. No importa si se entera pues igual sabrá todo lo que aquí pasa. Si me pide "regalías", se las daré en café y sin duda las disfrutaremos ambos. Negocio redondo. Aquí cada minuto compartido es ganancia. Es crecimiento, es risa, es sanación.

Y sé que aún tienes el temor de que perdamos el camino si abrimos algunas puertas. Pero te cuento, mi amigo, que a estas alturas no hay nada que perder pues el camino mismo es el aprendizaje. Y está bonito. Tiene mucho verde a cada lado... así que vamos cómodos los dos. Cada quien viendo el tipo de verde que prefiere pero aprendiendo a observar el verde del otro. Hermoso.

Sano y conversado. Cómodo y sereno. Intimidad y confianza. Paz, y ¡una energía exquisita!.

Sólo seguiré batallando contra las etiquetas. Y ante las etiquetas pregunto ¿cuáles son las dos palabras supuestamente más hermosas, tanto más aterradoras... las que están más cargadas de tabúes?. Y entonces aquí tengo que citar a mi queridísimo Richard Bach, quien en “El puente hacia el infinito” bien dice:

“¿Por qué se había crucificado a palabra tan promisoria en el árbol de la obligación, asaetada de deberes, ahorcada por la hipocresía, ahogada por la costumbre? Después de ‘Dios’, ‘amor’ es la palabra más mutilada de todos los idiomas. La forma más elevada del afecto entre dos seres humanos es la amistad; cuando el amor se entromete, la amistad muere.”

Aquí mi amigo se sentirá identificado, y aquí vuelvo a decir que no hay nada que temer… excepto a aquel temazo de las etiquetas.

Todos estos días desde que introduje estos términos, seguí percibiendo que hay más tabúes respecto al amor que al sexo. Aunque nos ruboricemos aún con algunas cosas respecto a este último (sí, a mis 52 todavía hay cosas que me dan penita). Resulta que enamoramiento suena muy parecido a envenenamiento y creo que justo por eso la sociedad me arrebató vilmente el valioso término “tóxico” que es ¡una sustancia! –capaz de producir efectos perjudiciales sobre un ser vivo, al entrar en contacto con él– No una persona, ¡por favor! Pero bueno, puedo entender que cuando la gente se enamora, se cuaimatiza, le brotan los celos y las exigencias y un montón de cosas por las que todos hemos pasado y no queremos volver a pasar.

Sin embargo, hay muchas cosas rescatables en el proceso. Siempre que se tenga claro aquel temazo de las etiquetas –digo, sin temor a redundar.

Hay dos palabras que la gente se dice “mutuamente” y “exclusivamente”, cuando llegan a “cierto punto” de sus vidas en conjunto, o, paradójicamente, le dicen hasta al panadero cuando el pan está calientico.  No me importan esas palabras… yo no digo ya esas palabras. Pero tuve otras dos. Las más bonitas. Aún inofensivas. Aún significativas… sobre todo cuando las estuve sintiendo por cada minuto de ese largo fin de semana:

"TE EXTRAÑÉ"

Y ni siquiera fueron palabras al viento. Quedaron tejidas en medio de un abrazo infinito de esos en los que se siente sincronizarse la frecuencia cardíaca de ambos. En serio. Uno nunca se da tiempo para sentir eso. Uno casi nunca tiene permiso de sentir eso. Parece que los abrazos te los cobraran por segundos y no todo el mundo quiere pagar. 

Por ese abrazo pago. Lo que sea que cueste. Es que es muy sabroso, muy reparador, totalmente alineador, particularmente aromatizado... y lo más importante en este caso específico: luce totalmente recíproco. Eso de tener el mismo deseo de quedarnos en ese abrazo más tiempo del permitido ¡y hacerlo! #uff ¡Cuánto placer genera! ¡Cuánta paz!

Eso. Ese abrazo. Es lo que yo bajo ningún concepto quisiera perder.


Esta imagen fue tomada de una aplicación,
después de "colorearla" - no sé si tenga derechos protegidos, o algo


sábado, 25 de junio de 2022

Fin de semestre

Real y metafórico.

Me he leído el libro. ¡Qué maravilla de libro! – solo que no sé si tiene un “tomo II”. Tampoco sé si aprobé la materia, pues quedé con la sensación de haber escuchado que sonó “tónica-dominante-tónica” o sea… “chan, chán 🎶”… o tipo Bugs Bunny de Looney Toons: “esto es todo amigos”. 

No tengo ni la menor idea de qué cosa me tocará leer ahora. No han entregado las notas.

Es fin de semestre y ¡qué triste desperdiciar “San Juan” con una gripe! Pero qué bueno que es fin de semana largo y no me pierdo otras importantes cosas.

Es increíble que aún estemos en junio y apenas hayan pasado 5 minutos desde que alguien me cantó “Criollísima”, me regaló una rosa y me hizo café. La primera vez me saludó con un “Ave María”, luego me trajo dulce de icaco y después me cosió una camisa. Me gustaría mucho que hubiera un “tomo II” y que se dejara leer.

La semana pasada dejé muchas preguntas sin contestar y no sé si se puedan responder aún. Tengo la impresión de que alguna materia de mi próximo semestre tiene que ver con el desapego y con las razones por las cuales, sin duda, hay más tabú respecto al amor y al enamoramiento que respecto al sexo. Sí. No me quedan dudas.

El enamoramiento suena así como “tienes todo lo que necesito para ser feliz para el resto de mi vida” –cuánta responsabilidad! Sobre todo cuando, químicamente, el enamoramiento dura solo dos años, cuando mucho… y entonces después de eso es que comienzas a ver los defectitos grandototes. Dos años ¡me lo dijo mi profe Cristian y lo demostramos! Lo que dure después depende de lo que hayan construido en esos dos años y si se logró fortalecer la amistad en lugar de destruirla. Mi excedente nunca duró más de dos años, nunca se fortalecieron las amistades, nunca se construyeron cosas, ni se hicieron grandes planes, ni se persiguieron objetivos comunes. Cuando deje de dar, dejó el agua de fluir, se secó el manantial y todas las plantas ¡excepto un hijo, literalmente! –un buen resultado, sin duda.

Pero dos años aún puede ser una buena cantidad de tiempo, solo que ya no me aventuro a seguir esa ruta… la conozco y es espinosa. Tendría que llevar guantes y tijeras y gasa y povidine… y sin duda ir con alguien que te ayude con la gasa y el povidine y los guantes y las tijeras. Ya basta de enamorarme sola. Ya este cuerpito no aguanta ese “ratón”.

Entonces ¿por qué da tanto miedo el amor? (ese amor romántico, no filial, no fraternal, que termina siendo complicadísimo) –creo que por las responsabilidades que vienen con las etiquetas. Debe tener que ver sin duda con la pérdida de libertades; con la disminución o aumento de la velocidad con la que vienes viviendo; sobre todo con lo que se supone –socialmente, que debes hacer apenas te pones la etiqueta respectiva.

¿Qué queremos realmente? ¿Qué necesitamos? Pues… no sé. Está terminando el semestre y tengo que estudiar Historia contemporánea, lo cual no me genera ningún placer ¡Lástima grande que haya terminado Literatura y esa no tenga una parte II con el mismo profe! – toca pasar la página y seguir, a ver qué me deparan las “vacaciones”.


sábado, 18 de junio de 2022

Etiquetas y paradigmas

¡Temo semánticamente por este título! Hay ciertos términos que ahora me toca usar con más ‘responsabilidad’. Me fui a buscar una definición de paradigma y me encontré con todo un estudio que aborda el término desde “sus dimensiones ontológica, epistemológica, sociológica, axiológica, teleológica y metodológica”[1]. Ahora casi, casi, entiendo esas cosas.

Y en ese mismo sentido, temo que a nuestros diccionarios le faltan palabras. Estamos en un momento crucial de evolución del lenguaje que no se trata solo de aquel polémico asunto de la inclusión y la diversidad de género. Al diccionario le faltan palabras que definan las relaciones humanas; pero ahora que lo escribo siento que tal vez realmente no hagan falta porque entonces seguiremos encasillándonos. Tal vez sirvan para entendernos, como nos pasa con las plantas, con la naturaleza: son un continuo y los taxónomos nos empeñamos en ponerlos en cajas discretas, y entonces enloquecemos con ¡los hongos! porque no nos caben en una caja o en la otra… o los aguacateros con sus flores trímeras y su porte dicotiledóneo.

Recientemente quería explicar qué era Juan... y automáticamente al decir "más que amigos" la gente interpretaba: "amigos con sexo", y no, pues... no es en absoluto eso, no pudo haber sido eso, y está muy lejos de ser eso. Pero ahora, se me presenta una circunstancia que me podría llevar a querer definir cosas ‘parecidas a eso’. ¡Soy taxónoma! ¡es inevitable querer clasificar e identificar!, pero justamente entonces, veo preferible no definir, no encasillar, no etiquetar; sin embargo, casi siempre caemos en el concepto platoniano de paradigma y “las cosas son lo que son o si no, no son”. ¡Y de nuevo, no, pues! – vengo hoy a plantearme cambios de paradigmas respecto a la percepción sobre algunas relaciones humanas. No todo tiene que ser algo. No todo tiene que tener etiqueta, ni definición, ni fecha de caducidad.

Una de las cosas que me enseñó esa indefinible relación amistoso-amorosa (mi amor perfecto, infinito, e imposible), es que nunca algo o alguien “es perfecto”, es decir: nunca van a caber todas las comidas, el café, el postre y la cerveza en el mismo tuperware, ¡imagínate si además quieres tomarte una sopita!. Entonces puedo redefinir mi concepto de perfección, así como he tenido que redefinir las conexiones neuronales que tienen que ver con baja autoestima y esas cosas en las que estoy sabrosamente trabajando. Definitivamente, hay personas, relaciones, que pueden ser absolutamente perfectas para el instante en el que estamos, no para un montón de tiempo, quizás ni siquiera para unos meses o unos días, y mucho menos “para toda la vida”.

Nacimos, al menos los de este par de siglos, con estructuras sociales muy rígidas. La gente se acerca, se relaciona, para iniciar una vida o para terminarla: "hasta que la muerte los separe", lo cual además debe ir anclado a la fidelidad; al menos de este lado del planeta. Esto genera mucha ansiedad y además es sumamente difícil de lograr. ¡Cuánta frustración y culpa si no lo logras! Sobre todo por los roles históricos de cada miembro de la pareja, o por los permisos desiguales que tiene el uno o la otra de ‘salirse del carril’. Hay que casarse, hay que emparejarse, y si estás mucho rato con alguien es porque “ahí hay algo raro”, ¡Y los prejuicios!: ¡mosca que el tipo es casado!, ¿qué futuro tienes tú ahí?, y así… mucho peor, tal vez, si no te casas ni te emparejas.

Me he casado un par de veces. Ambas por presión social; enamoradísima siempre. Y me he descasado cada vez que dejé de ser feliz, cada vez que me desenamoré. El ‘tiempo de vida media’ de mis relaciones ha sido muy bajo –para el promedio ‘permitido’. Es que me enamoro muy rápido ¡y rápido me desenamoro también!. Lo único que me ha durado mucho, muchísimo, es mi afición por el beisbol y los Tiburones de La Guaira[2]… supongo que por lo diferente que es cada vez, por las libertades que implica y por lo que siempre me puede enseñar.

Novedad. Libertad. Aprendizaje. ¡Eureka! ¡Es eso!

Pues mientras tenga eso, ahí estaré. Aquí y ahora, por un ratico cada vez.

Esa frase: “aquí y ahora” la leí por primera vez en alguno, o más de uno, de mis libros amados de Richard Bach. Y solo por eso tiene salvoconducto en mi vida. La han usado abiertamente moros y cristianos, apropiándose de un principio activo difícil de prescribir cuando no se sabe a ciencia cierta cuál es la actividad biológica que necesitas.

Estoy casi logrando ponerla en práctica.

Tengo un poco de aversión por las “frases hechas” (todas las frases han sido “hechas” por alguien, claro, el problema está en el abuso de la gente cuando las toma como bandera y como panacea). Yo uso algunas, por supuesto; pero casi nunca me sirven las que me prestan otros, aunque vengan con la mejor intención. Lo mismo me pasa con los partidos políticos, las religiones: nada me convence completamente como para “casarme hasta que la muerte nos separe”. Por eso no puedo comulgar con ciertos moralismos, y en ese sentido estoy queriendo descartar la mayor cantidad de tabúes y prejuicios que nos han inculcado por todos los flancos desde el día cero. Por supuesto que hay cosas que cuesta digerir, aceptar y cambiar: poliamor, poligamia, mente abierta… No soy tan civilizada, solo intento abrir los ojos. La evolución no puede ser abrupta ni obligada.

¿Qué vinimos a hacer a la tierra? Creo que vinimos a sentir, a expresar lo que sentimos y a equivocarnos muchas veces. No quiero ser un androide que sepa descartar a conveniencia un despecho, una lágrima, una ofensa o un cariño. Eso sería tan insípido como comer una cápsula de “pasticho” o de “pabellón” al mediodía (sería muy práctico, sí, pero pierde todo contenido).

Y entonces me surgen muchas preguntas que hoy ya no voy a responder: ¿Dónde hay más tabúes, en el sexo o en el amor? Atracción energética, atracción sexual, enamoramiento y amor ¿Cómo se circula de uno a otro? ¿Cuál es la diferencia entre enamoramiento y amor? Enamoramiento y amor, sexo y desapego. ¿Desapego puede no-significar frialdad y promiscuidad? Esa delgada linea entre me caes bien, me gustas, te quiero y te amo. ¿Por qué hay tanto miedo de llegar a los últimos? ¡Por las etiquetas y por las rígidas definiciones que tradicionalmente han tenido! –sin duda. 


Y sin duda lo que sé, y “es perfecto”, es que puede haber sexo romántico sin ataduras pero sin llegar al frío desapego. ¿Sin etiquetas? Mejor, ¡por favor! – yo solo vine a sentir.

Aquel café estuvo perfecto.




[1] González, F. (2005). ¿Qué es un paradigma? Análisis teórico, conceptual y psicolingüístico del término. Investigación y Postgrado 20(1): 13–54.

[2] Y mi profesión y la música, afortunadamente, pero como dice Michael Ende (1979, 1982) “esa es otra historia y deberá ser contada en otra ocasión”.

sábado, 11 de junio de 2022

Hay rosas que tienen más vidas que un gato

En botánica, en biología, la flor es el órgano encargado de la perpetuación de la especie; debe ser garante de la reproducción, dispersión, preservación y variabilidad de la misma para que su descendencia tenga más posibilidades de adaptarse al medio -siempre cambiante. Es mucha responsabilidad.

El hombre fastidioso (sensu lato –la humanidad, pues), ha modificado muchas cosas a su conveniencia. Eso se vale también. Y entonces encontramos que los mejores cítricos son los que tienen menos semillas y las mejores flores son las que producen menos polen y más pétalos. No hay reproducción sexual ahí. Y es que no todo tiene que ser sexo en la vida (lo cual es válido para muchos otros casos).

¿Cuánto amor puede transmitir una rosa? ¿Cuánta vida puede tener? ¡No la cortes!, dicen algunos –pero sí, bueno, ellas están acostumbradas a embellecer el entorno (ser “ornamental” es un uso validado y registrado); son bellas desde su tierra en un jardín, en un jarrón en la mesa, en un ramo para el perdón, en una despedida, en un intento de amar, ¡en una clase de botánica! Pocas de ellas tienen función reproductiva; la mayoría ‘solo’ propagan amor: amor inocente, amor fraternal, amor filial, amor sexual ¡una rosa siempre será amorosa!

Esta rosa en particular ha tenido una larga vida (y este cuento vale para las otras dos que estuvieron involucradas). Cualquiera diría que “murió” el miércoles o jueves cuando la cortaron para hacer los arreglos florales que adornarían la imposición de medallas de los graduandos en Medicina. Nada más lejos de la realidad. Es sábado por la tarde y aún tengo un par de planes para ella.

Me gustan mucho las rosas. Más las blancas, por lo que significaron para mí las primeras que me regalaron en la vida, “antier”, en 1984. Las rojas. ¡Ay! ¡las rosas rojas! Cuánta carga romántica tienen que llevar encima, las pobres. Esas me llevan a 1988 y me dan una nostalgia horrible. Delante de un caballero guapísimo de ojos negrísimos, me esperó una rosa roja al final de cada concierto, en todos los conciertos, solo en 1988. Nunca más. Y aún lo sonrío y lo suspiro. No hay nada que hacer al respecto.

Pero realmente no importa el color, cuando de amor se trata y cuando no importa cual sea el tipo de amor del que se trate. Una rosa color salmón, casi blanca, procedente de un alma pura y loca, un amiguito honesto y consecuente, me regaló la primera sonrisa que adornó todas las fotos que me tomaron después.  

Los pétalos de otra, en lo que representó un gesto bellísimo de nuestro más gentil caballero del Orfeón, sirvieron para bautizar a una compañerita ¡que nunca había cantado en un Grado! #MásSonrisas #RosaAmorosa

Y escribiendo esto, no sé si me voy a atrever a contar lo que pasó con “la” rosa…

Pero la anterior… quise que produjera más sonrisas ¡Y entonces se la obsequié a otra Rosa! En lo que fue un adorable intercambio con quien siempre tiene amor y donas para compartir. Todo el mundo la conoce, todo el mundo la quiere ¡y ella dice eso mismo de mí! #MásSonrisas #RosaAmorosa  

La otra rosa, mi rosa. 

Apareció después de haber estado escondida más de tres horas, a la sombra de aquella primera rosa color salmón. Esperó el momento apropiado para abalanzarse sobre mí. Aplastante. Hermosa. Sencilla. Serena. Y yo fui torpe y alborotada. Pero esta tiene otros colores. Esta tiene otros aromas ¡su aroma!. Esta es diferente. Esta se va a quedar en su pedacito de historia indeleble, aunque aún no tenga ninguna historia.   




Quien quiera saber qué más pasó con la rosa, puede asomarse a ver el vídeo que hice de su disección para mis estudiantes 

¡Larga vida a la rosa amorosa!