¡Temo
semánticamente por este título! Hay ciertos términos que ahora me toca usar con
más ‘responsabilidad’. Me fui a buscar una definición de paradigma y me encontré con todo un estudio que aborda el término
desde “sus dimensiones ontológica, epistemológica, sociológica, axiológica,
teleológica y metodológica”.
Ahora casi, casi, entiendo esas cosas.
Y en ese mismo sentido, temo que
a nuestros diccionarios le faltan palabras. Estamos en un momento crucial de
evolución del lenguaje que no se trata solo de aquel polémico asunto de la
inclusión y la diversidad de género. Al diccionario le faltan palabras que
definan las relaciones humanas; pero ahora que lo escribo siento que tal vez realmente
no hagan falta porque entonces seguiremos encasillándonos. Tal vez sirvan para
entendernos, como nos pasa con las plantas, con la naturaleza: son un continuo y los taxónomos nos empeñamos
en ponerlos en cajas discretas, y
entonces enloquecemos con ¡los hongos! porque no nos caben en una caja o en la otra…
o los aguacateros con sus flores trímeras
y su porte dicotiledóneo.
Recientemente quería explicar qué
era Juan... y automáticamente al decir "más que amigos" la gente
interpretaba: "amigos con sexo", y no, pues... no es en absoluto eso,
no pudo haber sido eso, y está muy lejos de ser eso. Pero ahora, se me presenta
una circunstancia que me podría llevar a querer definir cosas ‘parecidas a eso’.
¡Soy taxónoma! ¡es inevitable querer clasificar e identificar!, pero justamente
entonces, veo preferible no definir, no encasillar, no etiquetar; sin embargo, casi
siempre caemos en el concepto platoniano
de paradigma y “las cosas son lo que son o si no, no son”. ¡Y de nuevo, no,
pues! – vengo hoy a plantearme cambios de paradigmas respecto a la percepción
sobre algunas relaciones humanas. No todo tiene que ser algo. No todo tiene que
tener etiqueta, ni definición, ni fecha de caducidad.
Una de las cosas que me enseñó esa
indefinible relación amistoso-amorosa (mi amor perfecto, infinito, e imposible),
es que nunca algo o alguien “es perfecto”, es decir: nunca van a caber todas
las comidas, el café, el postre y la cerveza en el mismo tuperware, ¡imagínate si además quieres tomarte una sopita!.
Entonces puedo redefinir mi concepto de perfección, así como he tenido que
redefinir las conexiones neuronales que tienen que ver con baja autoestima y
esas cosas en las que estoy sabrosamente trabajando. Definitivamente, hay personas,
relaciones, que pueden ser absolutamente perfectas para el instante en el que
estamos, no para un montón de tiempo, quizás ni siquiera para unos meses o unos
días, y mucho menos “para toda la vida”.
Nacimos, al menos los de este par
de siglos, con estructuras sociales muy rígidas. La gente se acerca, se
relaciona, para iniciar una vida o para terminarla: "hasta que la muerte
los separe", lo cual además debe ir anclado a la fidelidad; al menos de
este lado del planeta. Esto genera mucha ansiedad y además es sumamente difícil
de lograr. ¡Cuánta frustración y culpa si no lo logras! Sobre todo por los
roles históricos de cada miembro de la pareja, o por los permisos desiguales
que tiene el uno o la otra de ‘salirse del carril’. Hay que casarse, hay que
emparejarse, y si estás mucho rato con alguien es porque “ahí hay algo raro”,
¡Y los prejuicios!: ¡mosca que el tipo es casado!, ¿qué futuro tienes tú ahí?,
y así… mucho peor, tal vez, si no te casas ni te emparejas.
Me he casado un par de veces. Ambas
por presión social; enamoradísima siempre. Y me he descasado cada vez que dejé
de ser feliz, cada vez que me desenamoré. El ‘tiempo de vida media’ de mis
relaciones ha sido muy bajo –para el promedio ‘permitido’. Es que me enamoro
muy rápido ¡y rápido me desenamoro también!. Lo único que me ha durado mucho,
muchísimo, es mi afición por el beisbol y los Tiburones de La Guaira…
supongo que por lo diferente que es cada vez, por las libertades que implica y
por lo que siempre me puede enseñar.
Novedad. Libertad. Aprendizaje. ¡Eureka!
¡Es eso!
Pues mientras tenga eso, ahí
estaré. Aquí y ahora, por un ratico cada vez.
Esa frase: “aquí y ahora” la leí por
primera vez en alguno, o más de uno, de mis libros amados de Richard Bach. Y
solo por eso tiene salvoconducto en mi vida. La han usado abiertamente moros y
cristianos, apropiándose de un principio activo difícil de prescribir cuando no
se sabe a ciencia cierta cuál es la actividad biológica que necesitas.
Estoy casi logrando ponerla en práctica.
Tengo un poco de aversión por las
“frases hechas” (todas las frases han sido “hechas” por alguien, claro, el
problema está en el abuso de la gente cuando las toma como bandera y como panacea).
Yo uso algunas, por supuesto; pero casi nunca me sirven las que me prestan
otros, aunque vengan con la mejor intención. Lo mismo me pasa con los partidos
políticos, las religiones: nada me convence completamente como para “casarme
hasta que la muerte nos separe”. Por eso no puedo comulgar con ciertos
moralismos, y en ese sentido estoy queriendo descartar la mayor cantidad de
tabúes y prejuicios que nos han inculcado por todos los flancos desde el día
cero. Por supuesto que hay cosas que cuesta digerir, aceptar y cambiar:
poliamor, poligamia, mente abierta… No soy tan civilizada, solo intento abrir
los ojos. La evolución no puede ser abrupta ni obligada.
¿Qué vinimos a hacer a la tierra?
Creo que vinimos a sentir, a expresar lo que sentimos y a equivocarnos muchas
veces. No quiero ser un androide que sepa descartar a conveniencia un despecho,
una lágrima, una ofensa o un cariño. Eso sería tan insípido como comer una
cápsula de “pasticho” o de “pabellón” al mediodía (sería muy práctico, sí, pero
pierde todo contenido).
Y entonces me surgen muchas
preguntas que hoy ya no voy a responder: ¿Dónde hay más tabúes, en el sexo o en
el amor? Atracción energética, atracción sexual, enamoramiento y amor ¿Cómo se
circula de uno a otro? ¿Cuál es la diferencia entre enamoramiento y amor? Enamoramiento
y amor, sexo y desapego. ¿Desapego puede no-significar frialdad y promiscuidad?
Esa delgada linea entre me caes bien, me gustas, te quiero y te amo. ¿Por qué
hay tanto miedo de llegar a los últimos? ¡Por las etiquetas y por las rígidas
definiciones que tradicionalmente han tenido! –sin duda.
Y sin duda lo que sé, y “es
perfecto”, es que puede haber sexo romántico sin ataduras pero sin llegar al
frío desapego. ¿Sin etiquetas? Mejor, ¡por favor! – yo solo vine a sentir.
Aquel café estuvo perfecto.