sábado, 25 de junio de 2022

Fin de semestre

Real y metafórico.

Me he leído el libro. ¡Qué maravilla de libro! – solo que no sé si tiene un “tomo II”. Tampoco sé si aprobé la materia, pues quedé con la sensación de haber escuchado que sonó “tónica-dominante-tónica” o sea… “chan, chán 🎶”… o tipo Bugs Bunny de Looney Toons: “esto es todo amigos”. 

No tengo ni la menor idea de qué cosa me tocará leer ahora. No han entregado las notas.

Es fin de semestre y ¡qué triste desperdiciar “San Juan” con una gripe! Pero qué bueno que es fin de semana largo y no me pierdo otras importantes cosas.

Es increíble que aún estemos en junio y apenas hayan pasado 5 minutos desde que alguien me cantó “Criollísima”, me regaló una rosa y me hizo café. La primera vez me saludó con un “Ave María”, luego me trajo dulce de icaco y después me cosió una camisa. Me gustaría mucho que hubiera un “tomo II” y que se dejara leer.

La semana pasada dejé muchas preguntas sin contestar y no sé si se puedan responder aún. Tengo la impresión de que alguna materia de mi próximo semestre tiene que ver con el desapego y con las razones por las cuales, sin duda, hay más tabú respecto al amor y al enamoramiento que respecto al sexo. Sí. No me quedan dudas.

El enamoramiento suena así como “tienes todo lo que necesito para ser feliz para el resto de mi vida” –cuánta responsabilidad! Sobre todo cuando, químicamente, el enamoramiento dura solo dos años, cuando mucho… y entonces después de eso es que comienzas a ver los defectitos grandototes. Dos años ¡me lo dijo mi profe Cristian y lo demostramos! Lo que dure después depende de lo que hayan construido en esos dos años y si se logró fortalecer la amistad en lugar de destruirla. Mi excedente nunca duró más de dos años, nunca se fortalecieron las amistades, nunca se construyeron cosas, ni se hicieron grandes planes, ni se persiguieron objetivos comunes. Cuando deje de dar, dejó el agua de fluir, se secó el manantial y todas las plantas ¡excepto un hijo, literalmente! –un buen resultado, sin duda.

Pero dos años aún puede ser una buena cantidad de tiempo, solo que ya no me aventuro a seguir esa ruta… la conozco y es espinosa. Tendría que llevar guantes y tijeras y gasa y povidine… y sin duda ir con alguien que te ayude con la gasa y el povidine y los guantes y las tijeras. Ya basta de enamorarme sola. Ya este cuerpito no aguanta ese “ratón”.

Entonces ¿por qué da tanto miedo el amor? (ese amor romántico, no filial, no fraternal, que termina siendo complicadísimo) –creo que por las responsabilidades que vienen con las etiquetas. Debe tener que ver sin duda con la pérdida de libertades; con la disminución o aumento de la velocidad con la que vienes viviendo; sobre todo con lo que se supone –socialmente, que debes hacer apenas te pones la etiqueta respectiva.

¿Qué queremos realmente? ¿Qué necesitamos? Pues… no sé. Está terminando el semestre y tengo que estudiar Historia contemporánea, lo cual no me genera ningún placer ¡Lástima grande que haya terminado Literatura y esa no tenga una parte II con el mismo profe! – toca pasar la página y seguir, a ver qué me deparan las “vacaciones”.


sábado, 18 de junio de 2022

Etiquetas y paradigmas

¡Temo semánticamente por este título! Hay ciertos términos que ahora me toca usar con más ‘responsabilidad’. Me fui a buscar una definición de paradigma y me encontré con todo un estudio que aborda el término desde “sus dimensiones ontológica, epistemológica, sociológica, axiológica, teleológica y metodológica”[1]. Ahora casi, casi, entiendo esas cosas.

Y en ese mismo sentido, temo que a nuestros diccionarios le faltan palabras. Estamos en un momento crucial de evolución del lenguaje que no se trata solo de aquel polémico asunto de la inclusión y la diversidad de género. Al diccionario le faltan palabras que definan las relaciones humanas; pero ahora que lo escribo siento que tal vez realmente no hagan falta porque entonces seguiremos encasillándonos. Tal vez sirvan para entendernos, como nos pasa con las plantas, con la naturaleza: son un continuo y los taxónomos nos empeñamos en ponerlos en cajas discretas, y entonces enloquecemos con ¡los hongos! porque no nos caben en una caja o en la otra… o los aguacateros con sus flores trímeras y su porte dicotiledóneo.

Recientemente quería explicar qué era Juan... y automáticamente al decir "más que amigos" la gente interpretaba: "amigos con sexo", y no, pues... no es en absoluto eso, no pudo haber sido eso, y está muy lejos de ser eso. Pero ahora, se me presenta una circunstancia que me podría llevar a querer definir cosas ‘parecidas a eso’. ¡Soy taxónoma! ¡es inevitable querer clasificar e identificar!, pero justamente entonces, veo preferible no definir, no encasillar, no etiquetar; sin embargo, casi siempre caemos en el concepto platoniano de paradigma y “las cosas son lo que son o si no, no son”. ¡Y de nuevo, no, pues! – vengo hoy a plantearme cambios de paradigmas respecto a la percepción sobre algunas relaciones humanas. No todo tiene que ser algo. No todo tiene que tener etiqueta, ni definición, ni fecha de caducidad.

Una de las cosas que me enseñó esa indefinible relación amistoso-amorosa (mi amor perfecto, infinito, e imposible), es que nunca algo o alguien “es perfecto”, es decir: nunca van a caber todas las comidas, el café, el postre y la cerveza en el mismo tuperware, ¡imagínate si además quieres tomarte una sopita!. Entonces puedo redefinir mi concepto de perfección, así como he tenido que redefinir las conexiones neuronales que tienen que ver con baja autoestima y esas cosas en las que estoy sabrosamente trabajando. Definitivamente, hay personas, relaciones, que pueden ser absolutamente perfectas para el instante en el que estamos, no para un montón de tiempo, quizás ni siquiera para unos meses o unos días, y mucho menos “para toda la vida”.

Nacimos, al menos los de este par de siglos, con estructuras sociales muy rígidas. La gente se acerca, se relaciona, para iniciar una vida o para terminarla: "hasta que la muerte los separe", lo cual además debe ir anclado a la fidelidad; al menos de este lado del planeta. Esto genera mucha ansiedad y además es sumamente difícil de lograr. ¡Cuánta frustración y culpa si no lo logras! Sobre todo por los roles históricos de cada miembro de la pareja, o por los permisos desiguales que tiene el uno o la otra de ‘salirse del carril’. Hay que casarse, hay que emparejarse, y si estás mucho rato con alguien es porque “ahí hay algo raro”, ¡Y los prejuicios!: ¡mosca que el tipo es casado!, ¿qué futuro tienes tú ahí?, y así… mucho peor, tal vez, si no te casas ni te emparejas.

Me he casado un par de veces. Ambas por presión social; enamoradísima siempre. Y me he descasado cada vez que dejé de ser feliz, cada vez que me desenamoré. El ‘tiempo de vida media’ de mis relaciones ha sido muy bajo –para el promedio ‘permitido’. Es que me enamoro muy rápido ¡y rápido me desenamoro también!. Lo único que me ha durado mucho, muchísimo, es mi afición por el beisbol y los Tiburones de La Guaira[2]… supongo que por lo diferente que es cada vez, por las libertades que implica y por lo que siempre me puede enseñar.

Novedad. Libertad. Aprendizaje. ¡Eureka! ¡Es eso!

Pues mientras tenga eso, ahí estaré. Aquí y ahora, por un ratico cada vez.

Esa frase: “aquí y ahora” la leí por primera vez en alguno, o más de uno, de mis libros amados de Richard Bach. Y solo por eso tiene salvoconducto en mi vida. La han usado abiertamente moros y cristianos, apropiándose de un principio activo difícil de prescribir cuando no se sabe a ciencia cierta cuál es la actividad biológica que necesitas.

Estoy casi logrando ponerla en práctica.

Tengo un poco de aversión por las “frases hechas” (todas las frases han sido “hechas” por alguien, claro, el problema está en el abuso de la gente cuando las toma como bandera y como panacea). Yo uso algunas, por supuesto; pero casi nunca me sirven las que me prestan otros, aunque vengan con la mejor intención. Lo mismo me pasa con los partidos políticos, las religiones: nada me convence completamente como para “casarme hasta que la muerte nos separe”. Por eso no puedo comulgar con ciertos moralismos, y en ese sentido estoy queriendo descartar la mayor cantidad de tabúes y prejuicios que nos han inculcado por todos los flancos desde el día cero. Por supuesto que hay cosas que cuesta digerir, aceptar y cambiar: poliamor, poligamia, mente abierta… No soy tan civilizada, solo intento abrir los ojos. La evolución no puede ser abrupta ni obligada.

¿Qué vinimos a hacer a la tierra? Creo que vinimos a sentir, a expresar lo que sentimos y a equivocarnos muchas veces. No quiero ser un androide que sepa descartar a conveniencia un despecho, una lágrima, una ofensa o un cariño. Eso sería tan insípido como comer una cápsula de “pasticho” o de “pabellón” al mediodía (sería muy práctico, sí, pero pierde todo contenido).

Y entonces me surgen muchas preguntas que hoy ya no voy a responder: ¿Dónde hay más tabúes, en el sexo o en el amor? Atracción energética, atracción sexual, enamoramiento y amor ¿Cómo se circula de uno a otro? ¿Cuál es la diferencia entre enamoramiento y amor? Enamoramiento y amor, sexo y desapego. ¿Desapego puede no-significar frialdad y promiscuidad? Esa delgada linea entre me caes bien, me gustas, te quiero y te amo. ¿Por qué hay tanto miedo de llegar a los últimos? ¡Por las etiquetas y por las rígidas definiciones que tradicionalmente han tenido! –sin duda. 


Y sin duda lo que sé, y “es perfecto”, es que puede haber sexo romántico sin ataduras pero sin llegar al frío desapego. ¿Sin etiquetas? Mejor, ¡por favor! – yo solo vine a sentir.

Aquel café estuvo perfecto.




[1] González, F. (2005). ¿Qué es un paradigma? Análisis teórico, conceptual y psicolingüístico del término. Investigación y Postgrado 20(1): 13–54.

[2] Y mi profesión y la música, afortunadamente, pero como dice Michael Ende (1979, 1982) “esa es otra historia y deberá ser contada en otra ocasión”.

sábado, 11 de junio de 2022

Hay rosas que tienen más vidas que un gato

En botánica, en biología, la flor es el órgano encargado de la perpetuación de la especie; debe ser garante de la reproducción, dispersión, preservación y variabilidad de la misma para que su descendencia tenga más posibilidades de adaptarse al medio -siempre cambiante. Es mucha responsabilidad.

El hombre fastidioso (sensu lato –la humanidad, pues), ha modificado muchas cosas a su conveniencia. Eso se vale también. Y entonces encontramos que los mejores cítricos son los que tienen menos semillas y las mejores flores son las que producen menos polen y más pétalos. No hay reproducción sexual ahí. Y es que no todo tiene que ser sexo en la vida (lo cual es válido para muchos otros casos).

¿Cuánto amor puede transmitir una rosa? ¿Cuánta vida puede tener? ¡No la cortes!, dicen algunos –pero sí, bueno, ellas están acostumbradas a embellecer el entorno (ser “ornamental” es un uso validado y registrado); son bellas desde su tierra en un jardín, en un jarrón en la mesa, en un ramo para el perdón, en una despedida, en un intento de amar, ¡en una clase de botánica! Pocas de ellas tienen función reproductiva; la mayoría ‘solo’ propagan amor: amor inocente, amor fraternal, amor filial, amor sexual ¡una rosa siempre será amorosa!

Esta rosa en particular ha tenido una larga vida (y este cuento vale para las otras dos que estuvieron involucradas). Cualquiera diría que “murió” el miércoles o jueves cuando la cortaron para hacer los arreglos florales que adornarían la imposición de medallas de los graduandos en Medicina. Nada más lejos de la realidad. Es sábado por la tarde y aún tengo un par de planes para ella.

Me gustan mucho las rosas. Más las blancas, por lo que significaron para mí las primeras que me regalaron en la vida, “antier”, en 1984. Las rojas. ¡Ay! ¡las rosas rojas! Cuánta carga romántica tienen que llevar encima, las pobres. Esas me llevan a 1988 y me dan una nostalgia horrible. Delante de un caballero guapísimo de ojos negrísimos, me esperó una rosa roja al final de cada concierto, en todos los conciertos, solo en 1988. Nunca más. Y aún lo sonrío y lo suspiro. No hay nada que hacer al respecto.

Pero realmente no importa el color, cuando de amor se trata y cuando no importa cual sea el tipo de amor del que se trate. Una rosa color salmón, casi blanca, procedente de un alma pura y loca, un amiguito honesto y consecuente, me regaló la primera sonrisa que adornó todas las fotos que me tomaron después.  

Los pétalos de otra, en lo que representó un gesto bellísimo de nuestro más gentil caballero del Orfeón, sirvieron para bautizar a una compañerita ¡que nunca había cantado en un Grado! #MásSonrisas #RosaAmorosa

Y escribiendo esto, no sé si me voy a atrever a contar lo que pasó con “la” rosa…

Pero la anterior… quise que produjera más sonrisas ¡Y entonces se la obsequié a otra Rosa! En lo que fue un adorable intercambio con quien siempre tiene amor y donas para compartir. Todo el mundo la conoce, todo el mundo la quiere ¡y ella dice eso mismo de mí! #MásSonrisas #RosaAmorosa  

La otra rosa, mi rosa. 

Apareció después de haber estado escondida más de tres horas, a la sombra de aquella primera rosa color salmón. Esperó el momento apropiado para abalanzarse sobre mí. Aplastante. Hermosa. Sencilla. Serena. Y yo fui torpe y alborotada. Pero esta tiene otros colores. Esta tiene otros aromas ¡su aroma!. Esta es diferente. Esta se va a quedar en su pedacito de historia indeleble, aunque aún no tenga ninguna historia.   




Quien quiera saber qué más pasó con la rosa, puede asomarse a ver el vídeo que hice de su disección para mis estudiantes 

¡Larga vida a la rosa amorosa!





sábado, 4 de junio de 2022

Sí o No

Dicen los optimistas que para que las cosas salgan bien hay que decir "sí a todo".


Pero, usando una palabra que recientemente me trajo a colación un muy querido amigo: discrepo.

Y discrepo con casi todo lo que implica casarse con una tendencia, una marca, un moda, una religión, un partido politico. Discrepo con eso de casarse ¡aunque me casé dos veces! -y no creo aquí que "a la tercera sea la vencida".

Pero nada de eso está escrito sobre piedra... así que seguiré pendiente de cada vez que florezca la rosa de montaña "just in case".

Pero estaba hablando de decir sí o no. Y es que depende. Estos años he estado peleado con el "no por miedo", el "no paranóico"  infundado por ya-saben-quien que te lleva a imaginar todo lo terrible que puede pasarte si sales a la calle.

Ese ya no me sirve.

"Cuídate que yo te cuidaré" - por supuesto. Pero puedo hacerlo... puedo ir... puedo quedarme... de vez en cuando puedo dejar el carro en la calle.

Pero no es que le voy a decir sí a todo, pues es que diciendo que no es que me han empezado a cambiar las perspectivas:

¡Es el "no autoestímico"!

No estoy dispuesta, no quiero ir, no quiero llevarte, no quiero hacer eso: son señales de autorespeto profundo. Son las estacas del "matarratón" con las que estoy poniendo mis límites ¡y me siento poderosa!

Los límites tienen puertas y ventanas. Y ya comienzo a ver a través de ellas. Hay un panorama fantástico.

Estoy convencida de que Dios premia las buenas decisiones... y como me ha premiado estos dos fines de semana, entonces sé que voy por buen camino. Agradeciendo cada vez. Diciendo que no cuando no quiera... Diciendo que cuando sí quiera.

...aunque con el aún debo frenarme un poquito porque junto con el "trabajo autoestímico" está el "control impulsívico" que me acabo de dar cuenta en este instante que también tiene que ver con autoestima.

Solía recorrer impulsivamente montones de kilómetros "para buscar amor" - Pero, ahora es que me doy cuenta, como en aquella película "El pájaro azul", que eso puede andar por aquí cerquita.

Así que "tranquila, fiera" que la paciencia es sinónimo de fe y este camino que escogiste está interesante. Puede haber otros. Realmente no hay "un" camino correcto. Vamos a disfrutarnos este viaje, agradeciendo siempre a los que nos están acompañando.


Estoy votando por la reciprocidad