Son las 6 y 15, la luna está casi
llena y al verla detrás de los chaguaramos, aunque estés en el estacionamiento
de la Facultad puedes imaginarte que estás en la playa.
Con serenidad, a tiempo, mudas el
carro a un estacionamiento donde normalmente no te debes parar... pero es que
ahora ya eres de esa parte de la casa; todavía no, legalmente, pero no hay
quien te diga lo contrario. Ya te sientes ‘demasiado’ de ahí, desde el primer
día de estar.
Y entonces, en tu silencio,
percibes con todos tus sentidos a la cultura ucevista: hacia la Sala de Conciertos suena tango, solo una
pareja...volteas y en las puertas del Aula
Magna hay un grupito de salsa casino. Te toca entonces pasar al lado del
guía de ‘la puerta de los artistas’, que a veces no está, con la confianza de
que ya puedes “chapear”, lo cual nunca hace falta...
Has pasado por ahí muchas veces:
como artista ‘externo’, como miembro del ‘Chichón’, como bombero, faranduleando!
o como público... pero ahora es diferentísimo pues tiene ese no-sé-qué de pertenecer
a 'la' agrupación. La sensación se parece a la de tu primer día de clases en la
Universidad.
El pasillo está vacío. Ves una
puerta cerrada -con candado que nunca habías visto, y te devuelves y todo pues
tiene luz adentro ¿un depósito?... Son como 80 metros y dos pisos... es lejos! y
te da pena atravesarte a las bailarinas de danza árabe... por poco te cae encima
un velo, pero no te queda más remedio... Muchas puertas, ya cerradas, en otras ven el beisbol. Ya por las
escaleras se escuchan afuera voces, música diversa y un olor... esteee... ah! claro, ahí está la tierra
de nadie. Unos escalones más y entonces música clásica: en pisorrojo están
bailando ballet.
Y el último piso, también
suena... grande, bonito. Sonrisas amables. Y estás en casa... con esa sabrosa
sensación de estar haciendo lo correcto.
Tarde en enero, temprano en el
año y mi espíritu anda muy bien alimentado.
Son más o menos 80 metros y dos pisos... mañana los cuento!