No somos matemáticos, ¡pero nos encantan los números! Los más sencillos: el promedio al bate, la efectividad del pitcher, los outs que faltan, las arepas que hemos dado de comer al contrario, el número de la camisa, la cantidad de asistentes, los ganados de por vida, las series particulares, los campeonatos ganados, los muchos perdidos… y el tiempo. Tiempo ganado y tiempo perdido. Todo se puede decir con números. La vida. El juego. Dos horas, cincuenta y un minutos: ¡y somos los campeones de Venezuela!; dos horas, cincuenta y ocho minutos: ¡y somos los campeones del Caribe![1]
Es 2024 y nos premiaron con un combo 2 x 1. 18 arepitas para repartir. Contundente.
24 es el número de la camisa de Raúl Pérez Tovar, de quien no hay que dar ninguna explicación. Uno de los favoritos de la afición guairista y particularmente el favorito de mi vida. Su elegancia en el jardín central fue el origen de mi matrimonio de cuentos de hadas con Los Tiburones: “y vivieron felices para siempre”, ¡cuánta inocencia! 24 fue el número del aula en la que vi mi primera clase en la universidad, de 2 a 4 de la tarde, el 24 de noviembre de 1986, año del ahora penúltimo campeonato de La Guaira. Los dígitos de 1986 suman 24. Mi hijo, cuya existencia tiene directa relación con alguien que conocí ese día, en ese salón, celebra su primer campeonato con 24 años de edad. Es gracioso. Es hermoso.
Objetivamente, yo no viví ese
campeonato. Estaba chiquita. Mi familia estaba dividida entre caraquistas y
magallaneros, así que yo estaba sola en eso ¡por decisión propia, desde hace ya
44 años! En ese tiempo era ‘normal’ que Tiburones ganara y yo estaba más
pendiente de sobrevivir a la siempre difícil transición de bachillerato a la universidad.
No fue tan difícil, en realidad.
Difícil fue darme cuenta de que
pasaban los años y se alejaban los buenos tiempos de La Guaira. Tenía el
Universitario a la mano, y la independencia, y las ganas… pero me mal-empaté
con un guairista-guaireño que no quería ir a ver al equipo perder. Así que tuve
que dejarlo (al novio/esposo, nunca al equipo) para empezar a vivir mi vida de
estadio. Era 1997. Iba a las gradas, sola, pero nunca estuve sola, pues tenía
mi radio y entonces tenía a Cordido, al Chepe, a Marco Vinicio, a Alvis Cedeño,
y a todos los desconocidos que comenzaron a transformarse en Familia.
Esa familia que es la que me hace
escribir. La que me hace sonreír y con la que puedo llorar. Siempre. Y vuelvo a
escribir ahora, a pesar de las carencias tecnológicas que me afectaron desde la
pandemia. A pesar del freno académico que ahora me ponen –sin querer, mis
profesores de Castellano y Taller de redacción. Y entonces me doy cuenta de que
no he honrado el título de lo que estoy escribiendo.
Llevábamos diez años tratando de
aceptar un cambio de dueños, con nuestra fe intacta que además se nos alborotó
con la final de 2012, ya para el olvido.
El tiempo pasa increíblemente
rápido pues el año pasado, ahí mismito, nos pareció que llegamos más lejos, y
es que estaban pasando cosas. Estaba finalizando una era.
El
octavo campeonato
El 2024 comenzó con una alegría
universal. Con la suma de las alegrías de todos aquellos que disfrutan el
béisbol pues saben que nos merecemos estas victorias desde lejos; desde lejos
en el tiempo, desde las profundidades de la fe y de la paciencia, desde la
perseverancia y la samba, desde la humildad y desde la solidaridad guaireña y
guairista.
Siempre hay los que quieren
restar, los que quieren minimizar el logro, los resentidos, los malhablados, los
que aún guardan rencor a nuestra anterior nefasta gerencia. Nefastos, sin duda,
aunque tuvimos dos finales; comparables a cuando el marido maltratador te
regala flores: “pa’que creas”. Pero nada de eso importa y hay que decir como mi
amigo Luis Chirinos, nuestro cabimero: “Qué bello es todo”. Borramos la pava,
borramos el tiempo, borramos la sequía. Con un NO-NO, con arepas pa’ to’el
mundo, con refuerzos e importados de lujo que entendieron muy bien lo que
significa ser Tiburón.
Lo más bonito es que seguimos
estando aquí… a un clic de distancia, la mayoría, y hasta los que ya no están.
Como dice mi amigo Felipe Schöen que jamás leerá esto: “los que se fueron al
interior, al exterior… o al superior”. ¡Al fin mis ocho pelotas representan
nuestros ocho campeonatos! ¡Y somos los… amos del Caribe, Irving!
A mis amigos, a mi familia de
octubre: ¡Gracias! Gracias por acompañarnos a ver a nuestros hijos crecer en
las tribunas con un amor más auténtico que heredado. Gracias por seguir estando
a pesar de la distancia. Gracias por llenar cualquier vacío, cualquier
nostalgia y por llorar juntos. ¡Gracias por acompañarnos a disfrutar el sabroso
hecho de ser campeones!
Ajá, y entonces me imagino que esto es la
entrega del Oscar, busco mi papelito arrugado y nombro a algunas personas a las
que quiero dedicar estas alegrías (y sobre todo “a todas aquellas personas que
de una manera o de otra han contribuido con esto” y a las que seguro se me va a
olvidar nombrar): Carlos Dao, Luis Tortabú y su retoño, Alfonso Ugarte, retoño,
tía Iris, y los vecinos de B4, Marisol y retoño, Zully y retoño, Mariale y su
caraquista espléndido, Christian y papá no-tiburón, LuisChi, que ya te nombré,
Anles y Alicia, Luis Guerra, retoños y compadre, Paolo Parente, Juan Carlos 7,
mi compadre Jesús, Carlos Goon y Carlos Yépez, Dinorah, Oscar Lloreda, Juvenal,
Manimal, Julio y Tony, Raúl Cabezas, Enzoni y su amorosa mamá, a la
extraordinaria familia Rey: Paty, Richard, papá, perrito y nieto, y hasta a la
mami; Iván Damas, Marlon y hasta Jorge. Edgar Chacón, Rubén Blanco, Leansy,
Pepe, Yoel, Henry, Freddy y Marisela, Karla, su retoño y su tigre, Tete, Joralú,
Raúl Corro, Jeffrey, José Raúl, Roney que no sé qué es de su vida, Irving,
Ronald, Pablo y los demás Tibupanas de
Venezuela, Rubén Blanco, Tito Chacín, mi profe Alejandro Terenzani, Mayra Guzmán y su chamita, Alfredo Longart,
Lionel Pérez, Horacio, Oswaldo, Vladimir…
A los que veo en twitter/X: Raúl Fernándes,
José Gasspar y Miguel De Diego, que no es tiburón pero me lee…
Ángel Luis, Gladys, José David, Giustino,
Adrián y Jesús Enrique que ya lo nombré, a mi Decano Carlos, Viviana y a todos
los que me brindaron entradas o birras. A mis alumnos Arlette e Irving que no
sé si me leerán…
A los que están cerca (o ya lejos) por mi
farandulería: Héctor Cordido, Alvis Cedeño, Aquiles Estrada, Reyes Medina,
Jesús Leandro, Alejandro Sardi, Christofer Vegas, el Doctor Paris, Carlitos
Feo, el Ponty, Gil Reyes, German Cartaya, Ignacio Serrano, Pedro Luis Palacios,
Juan Carlos Dávila, Atilano, Felipe Lira, Jackson Melián…
Samuel, Ender, Siulber, Ida, papá Tortabú, todos
los que se fueron en el 99 y hasta Laurent que se hubiera alegrado por nosotros…
Y soy tan afortunada que uno de esos amigos del alma que acabo de nombrar, tuvo a nuestro Raúl Pérez Tovar #24 cerquita y bello para la foto en esta Serie del Caribe ¡y aquí lo compartimos!
...ese es Christian, y su papá, y nuestro RPT |
¡Pa’ encima, siempre!